BESOS
Y ABRAZOS
Espejismo
Ante
el espejo se complacía en mirar aquel trozo de su propia vida que ahora
estrechaba entre sus brazos. Se acercó a su pequeña carita depositando en beso,
tierno como si fuera de algodón, de una suavidad maravillosa de ninguna manera quería que se despertara.
Aquel
momento solamente les pertenecía a ellas dos.
Si se
despertaba seguro que lloraría, y su llanto atraería a los demás habitantes de
la casa.
La
acunó meciéndola en sus brazos, como lo
que era: su más preciado tesoro.
Recordaba
que ya desesperaba de tener descendencia.
Todo
en su vida llegó demasiado tarde.
Su
boda vino cuando todos los que la conocían, susurraban entre ellos, que era una
solterona.
Llegó
tarde el amor a su vida, y lo hizo trayendo consigo una serie de
inconvenientes, cosas que no supo descubrir hasta que nació su hija. Se casó
ciertamente con un hombre del que estaba enamorada, el amor llegó tarde, pero
como todas las cosas que se demoran, cuando llegó, fue arrebatador. No le
importó que su marido ya viudo desde años atrás, aportara al matrimonio dos
hijos.
Se
decía que el amor que se profesaban lo superaría todo.
Y
ahora ante el espejo, se daba cuenta, que era como una ilusión óptica.
Temía
mostrar ante los demás la gran alegría que había supuesto para ella ser madre,
cuando todo el mundo daba por hecho, que ni tan sólo se casaría.
Cuando
se dio cuenta que cada vez que abrazaba y besaba a su hija de pocos meses, a
los hijos de su marido, no les gustaba nada aquella demostración de amor, que
le salía de lo más hondo de su corazón.
Tenía
que ser cautelosa. Los hijos de su
marido eran todavía pequeños para entender nada de aquellos sentimientos. Ellos
sólo veían que perdían unas caricias. Y no tardaron en surgir llantos y
palabras hirientes.
Tan
sólo se le ocurrió una manera de mitigar aquellos celos, que entendía eran
frecuentes entre hermanos, más lo tenían que ser, si eran de diferente madre.
Quizás
con el paso del tiempo, todo se suavizara, y ella podría besar y acariciar a su
hija, sin tener remordimientos, ni tener que esconderse de los hermanos
mayores.
Cuando
se lo comentó a su marido, comprendió que él, no le daba importancia. Le dijo
que era normal.
Pero
ella desde entonces, cuando quería besar
y abrazar a su pequeña, y decirle esas palabras que salen del alma, lo tenía
que hacer a escondidas, delante de un espejo, para poder guardar la imagen para
siempre.
Verano
2017