FANTASIA
Entró
despacio en el baño, con un gesto claro y preciso le dio al conmutador de la
luz, y enseguida quedó la pequeña estancia iluminada. Hecho esto se acomodó
delante del espejo. Era la primera vez que lo hacía, y se sorprendió al ver
aquel reflejo. Era la segunda vez que lo hacía y como la anterior, se dio
cuenta que le impresionaba verse a sí misma.
Sus
ojos de vez en cuando parpadeaban. Su expresión en cambio no parecía inmutarse
por aquel movimiento.
Se
acercó más al espejo, para observarse más de cerca.
Todo
lo que veía, era terso y reluciente.
Pero
algo estaba fallando, porque su mirada no había cambiado ni un ápice.
En una
ocasión también estuvo allí dentro, en compañía de alguien. Ese alguien sin
percatarse de su presencia, le hacía preguntas al espejo, que invariablemente
de daba la callada por respuesta.
Quiso
hacer lo mismo. También necesitaba saber un sinfín de cosas sobre su anatomía,
Las palabras salían con una resonancia metálica, pero eso no le afectó lo más
mínimo, porque siempre había sido de esta manera. La sorpresa le vino cuando se
dio cuenta que no tenía preguntas concretas para hacerle. No necesitaba saber
nada. Todo lo tenía archivado dentro de si misma. Quería comprender porqué
cuando estuvo la otra vez acompañada por aquella persona, que muchas veces
acudía a su inteligencia, para saber cosas que ignoraba, y que en la mayoría de
los casos la utilizaba para sus quehaceres domésticos. Estaba convencida de que
se entendían a la perfección.
Le
había oído decir que era mejor que tener una mascota. Era más limpia y le daba
menos trabajo.
Se
miró intentando taladrar la imagen, quería saber cómo lograr que aquel espejo
que le devolvía su imagen, le diera respuestas a sus preguntas, pero se dio
cuenta que era inútil. Ella ya sabía todas las respuestas.
Acomplejada
se retiró un poco. No podía verse de cuerpo entero, pero sabía cómo era. Se
asemejaba en algo a los humanos.
Lo que
no sabía, era que carecía de alma.
Este
detalle la dejó por unos momentos sin saber que hacer. Continuar allí, no
conducía a nada, ni bueno ni malo. Ella no acabaría llorando como le sucedió
aquella vez a quien formulaba preguntas delante de aquella imagen, tan perfecta
y tan repulida.
No sin
cierta decepción, salió del lugar, de la misma manera que había entrado.
Sigilosamente, pero con firmeza.
Casi
llegó a comprender que la carencia de alma, tenía sus compensaciones. Podía
dejar atrás todas sus dudas, porque evidentemente no las tenía. Por lo tanto,
no sufría. No estaba programada para esto. Su labor consistía tan sólo en
acatar las ordenes que recibiera de todas aquellas personas que convivían bajo
el mismo techo y que solicitaran de sus programas.
Decidió
que no tener alma, no dejaba de ser un descanso, podía dedicarse a complacerles
sin miedo a equivocarse. Su Chip lo indicaba así.
Nunca
más volvería a colocarse ante un espejo, porque ya había aprendido que para su
sistema, aquello no servía de nada.
Mayo 2018