EL
REGALO
Nada
más entrar en su casa fue directo a su dormitorio y cerró la puerta, poniendo apoyada una
silla, de manera que desde fuera nadie pudiera entrar. Necesitaba estar a solas
consigo mismo, no era la primera vez que estando allí sus familiares le
atosigaban, todos querían saber de sus andanzas, y él tenía muy claro, que no
quería hacer partícipes a nadie de sus
decisiones. Las importantes tenían que quedar escondidas a los demás.
La de
hoy era de mucha importancia, y presumía que los demás le instigarían para que
revocara la decisión tomada.
Y no
quería eso.
Todo
sucedió porque fue testigo presencial de un accidente de tráfico. Vio cómo
llegaba la ambulancia y se llevaban un cuerpo que parecía sin vida.
Se
miró en el espejo del armario, para ello tuvo que abrir la puerta de aquel
mueble y de esta manera contemplar aquel cuerpo que reconocía como el suyo. Se
fijó en aquella mirada penetrante, que le estaba analizando, quería descubrir
la alegría tan inmensa que le embargaba.
Se
sentía como si su cuerpo fuera inmortal. Acababa de donar todos sus órganos cuando
él falleciera. Se preguntaba si había sido un acto heroico, o simplemente de
egoísmo, porque podría vivir en otros cuerpos, viviría más de una vida, cada
órgano estaría dentro de otro cuerpo. Todo serían nuevas experiencias. Tendría más vidas, aunque era consciente que
cuando llegara este momento, no podría recordar nada de lo anterior. ¿O sí?
Miró
la imagen y le preguntó sin palabras, si cuando su corazón, latiera en otro
lugar, él lo recordaría y podría saborear de nuevo otras situaciones. O sus ojos podrían descubrir otros lugares a
los que actualmente no le daba importancia.
Se
hizo el firme propósito de tratar de recordarlo cuando llegara el momento
oportuno. Quizás si ejercitaba su mente,
llegaría a poder recordar cosas pasadas.
La
imagen permanecía inmutable. Si lo sabía se lo callaba. Era un monólogo silencioso.
Pero
en estos momentos a él, no le importaba demasiado, recordaba con satisfacción
las frases que le dijeron al firmar la cláusula donde mostraba su última
voluntad. Casi lo trataron como a un héroe, y con una sonrisa asintió, pero muy
dentro de sí mismo, sabía que en el fondo no era heroicidad, tampoco un acto
altruista, simplemente se desprendía de aquello que no podría usar. Estaba convencido de que a las personas que
les llegaran sus órganos, les salvaría la vida, y eso sí que le hizo sentir un
orgullo que nunca antes de ahora lo había ni tan sólo imaginado.
Se
miró por última vez en el espejo, nada había cambiado exteriormente, pero él
tenía que reconocer, que ser donante le había llenado de una paz de difícil explicación.
Con
esta idea, cerró la puerta del armario.
Pensó
que de momento nadie estaría al corriente de su donación, era consciente que a
su familia la tenía que ir preparando poco a poco. Aún tenían muy arraigadas algunas supersticiones.
Necesitaban tiempo para hacerse a la idea. Al fin y al cabo no tenía intención
de morirse de inmediato.
Mientras
cerraba la puerta le invadió una pregunta. ¿Cuánto tiempo le quedaba?
No le
importaba demasiado, estaba convencido que podría vivir más de una vida en
cuerpos diferentes.
Junio
2017
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