EL MENSAJE
Era algo que lo hacía a diario.
Descolgaba el teléfono, y se quedaba por unos momentos con el auricular pegada
a su oreja. Un buen observador se daría cuenta que su rostro cambiaba por
completo. Pero sus labios permanecían completamente mudos. Quedaba claro que no
había diálogo.
Tras unos momentos, cortaba la
comunicación, y se quedaba expectante, sólo una suave sonrisa quería aparecer
en su rostro, pero no llegaba a hacerse realidad. Era sólo una mueca que se
quedó por el camino en busca de la sonrisa.
Dejaba el teléfono bien colgado y se iba
a hacer sus tareas, sin haber pronunciado ni una palabra, pero en su rostro
había quedado una expresión que antes no estaba.
Un día no se dio cuenta que estaba
observada por un familiar. Hizo las mismas acciones de siempre. Descolgar,
escuchar, y sin mediar ni una palabra, volverlo a dejar todo como estaba.
La persona que observaba, no le dijo
nada, cuando estuvo fuera del alcance de su vista, se limitó a hacer lo mismo
que había hecho ella, hacía escasos instantes.
Nada más descolgar el teléfono, una voz
desconocida, le dijo que no se retirara porque tenía un mensaje. Tardó poco en
reconocer aquella voz. No era una voz cavernosa que viniera de ultratumba, pero
la realidad era que provenía de allí. Pudo escuchar:
“No estás en casa, te dejo el mensaje,
no tardaré ni media hora en llegar. Hasta pronto”
Colgó el teléfono, y pensó en
preguntarle a su mujer, por qué guardaba aquella corta conversación. La
respuesta le dejó perplejo.
“Es la única manera que tengo de
comunicarme con esta persona. Sabes muy bien que nunca llegó a casa”
Viendo la cara del marido enseguida
reaccionó
“Ni se te ocurra borrar este mensaje”
Ella vivía con la ilusión que seguía
esperando aquel encuentro. Todos los días escuchaba las últimas palabras de
aquel ser querido, que mientras se dirigía a su casa, tuvo la fatalidad de
cruzarse por el camino con un automóvil descontrolado, que acabó con su vida.
Tenía muchos recuerdos, pero además
guardaba como una reliquia su voz.
Todos los días escuchaba aquel mensaje,
de esta manera le parecía que era una realidad, y que de un momento a otro,
aparecería por su puerta.
Confiaba que la compañía telefónica, no se le ocurriera hacer cambios, y borrara aquel mensaje, era el único vínculo material que le quedaba.
Confiaba que la compañía telefónica, no se le ocurriera hacer cambios, y borrara aquel mensaje, era el único vínculo material que le quedaba.
Los otros, los recuerdos, esos nadie
lograría arrebatárselos.
Y vivía con la ilusión de poder escuchar
aquella voz querida siempre que quisiera.
Abril 2018
Bonita historia . . . aunque muy triste. Yo prefiero no oír la voz grabada de las personas que ya no están . . . eso sí, en mi cabeza la escucho a menudo.
ResponderEliminarUn besote. Feliz Sant Jordi 🌹
Si que es triste, pero muy real. Gracias por comentar. Y si... el día de hoy es muy especial. Besitos.
ResponderEliminarTriste historia amiga, me hace recordar las últimas palabras que tuve con mi hermano antes de su muerte. Siempre es un placer leerte.
ResponderEliminarBesos a la distancia.
Gracias Mariela, no sabes la ilusión que me produce tener noticias tuyas, desde que no aparezco por la Fanfi, te encuentro a faltar. Un beso enorme.
ResponderEliminarTriste, pero historia que tiene consuelo. Yo sí quiero tener la voz. De hecho grabé a mis padres muy mayores ya y, aunque he tardado, ahora escucho y algo auténtico, real de ellos está conmigo
ResponderEliminarFelicidades, tus escritos dan en el clavo. Un beso
Evidentemente que poder escuchar sus voces es como retroceder en el pasado. Gracias por tus palabras Marga siempre son un acicate para seguir escribiendo. Besitos
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