FELICES
FIESTAS
Sí,
otra vez contemplándome ante este espejo amigo.
Nos
hemos visto tantas veces que ya no dudo en llamarle amigo. Es de esas amistades
que calan hondo, porque no hay engaños posibles. Aquí suelo desnudar mi alma,
cosa que no hago frente a las personas que me rodean.
Suelo
ser introvertida.
Mis
pensamientos ahora vuelan libres de trabas, se alejan de lo cotidiano, para
posarse enérgicamente en la pulida imagen.
No me
detengo a analizarme.
Me da
igual lo que piense esa cara que tengo delante.
Si he
venido aquí, ha sido tan sólo porque necesitaba
encontrar un poco de paz.
Antes
no tenía que ir en su busca, venía hacia mí, como rio que fluye al mar. Ahora
no. He de ir en su busca.
Profundizo
en la mirada que ni por asomo ha bajado
los párpados, ha seguido desafiante queriendo saber qué se esconde en realidad
tras los ojos.
Llego
a la conclusión que nunca he dejado de ser quien soy. Pero me abstengo de
mostrarlo a los que me rodean, porque imagino que no van a entender mis
pensamientos.
Por eso
vengo hasta aquí, y en esa soledad compartida con mi propia imagen, me
autosugestiono que es eso lo que necesito.
La
felicidad se mide de muchas maneras.
Y me
digo a mi misma que aún no he encontrado el camino para retenerla. La consigo y
sin embargo tengo la sensación que se me escapa de las manos. Como si intentara
llenar mis manos de agua, y la perdiera entre los dedos.
Estas
alegres fiestas deberían ser motivo más que suficiente para darle este nombre
honorifico.
Como
un ramalazo vienen a la memoria mis años infantiles, cuando se cantaban
villancicos y las risas eran la música de fondo. Inocencia. Candor. Deseos de
ser buenos, de dar lo mejor de nosotros mismos. Estas eran las reglas que imperaban entonces.
Todo
ha cambiado mucho. Unas cosas han mejorado ostensiblemente, otras se han
quedado rezagadas.
Estas fiestas entrañables se siguen celebrando. Las reuniones familiares no se
han quedado en el olvido. Pero como una ráfaga de viento helado, nos llegan
esas ausencias que nos hacen daño.
Frente
al espejo pienso mientras me digo a mi misma: Que no están lejos.
Siguen
en nuestros corazones.
Y
con esa conformidad salgo de ese
confesionario en que se ha convertido, esa pieza de mi casa donde el espejo y
yo somos protagonistas.
Navidad
2017
Cuánta razón tienes, Tere. Yo para no mirarme en ese espejo me marcho a la playa el día de Navidad. Faltan demasiados y nada es igual en ningún sentido. Y mañana será oto día.
ResponderEliminarExacto nada es igual, pero la vida continua y nosotros/as tenemos que dar vueltas a su alrededor como un tiovivo. Gracias por comentar, un abrazo.
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