lunes, 15 de enero de 2018

BESOS Y ABRAZOS


BESOS Y ABRAZOS

Espejismo

Ante el espejo se complacía en mirar aquel trozo de su propia vida que ahora estrechaba entre sus brazos. Se acercó a su pequeña carita depositando en beso, tierno como si fuera de algodón, de una suavidad maravillosa  de ninguna manera  quería que se despertara.

Aquel momento solamente les pertenecía a ellas dos.

Si se despertaba seguro que lloraría, y su llanto atraería a los demás habitantes de la casa.

La acunó meciéndola en sus brazos, como lo  que era: su más preciado tesoro.

Recordaba que ya desesperaba de tener descendencia.

Todo en su vida llegó demasiado tarde.

Su boda vino cuando todos los que la conocían, susurraban entre ellos, que era una solterona.

Llegó tarde el amor a su vida, y lo hizo trayendo consigo una serie de inconvenientes, cosas que no supo descubrir hasta que nació su hija. Se casó ciertamente con un hombre del que estaba enamorada, el amor llegó tarde, pero como todas las cosas que se demoran, cuando llegó, fue arrebatador. No le importó que su marido ya viudo desde años atrás, aportara al matrimonio dos hijos.

Se decía que el amor que se profesaban lo superaría todo.

Y ahora ante el espejo, se daba cuenta, que era como una ilusión óptica.

Temía mostrar ante los demás la gran alegría que había supuesto para ella ser madre, cuando todo el mundo daba por hecho, que ni tan sólo se casaría.

Cuando se dio cuenta que cada vez que abrazaba y besaba a su hija de pocos meses, a los hijos de su marido, no les gustaba nada aquella demostración de amor, que le salía de lo más  hondo de su corazón.

Tenía que ser cautelosa.  Los hijos de su marido eran todavía pequeños para entender nada de aquellos sentimientos. Ellos sólo veían que perdían unas caricias. Y no tardaron en surgir llantos y palabras hirientes.

Tan sólo se le ocurrió una manera de mitigar aquellos celos, que entendía eran frecuentes entre hermanos, más lo tenían que ser, si eran de diferente madre.

Quizás con el paso del tiempo, todo se suavizara, y ella podría besar y acariciar a su hija, sin tener remordimientos, ni tener que esconderse de los hermanos mayores.

Cuando se lo comentó a su marido, comprendió que él, no le daba importancia. Le dijo que era normal.

Pero ella desde entonces,  cuando quería besar y abrazar a su pequeña, y decirle esas palabras que salen del alma, lo tenía que hacer a escondidas, delante de un espejo, para poder guardar la imagen para siempre.

 

Verano 2017

 

 

 

2 comentarios:

  1. Mal porvenir para la madre y para la niña. Donde entra la envidia todo se desmorona. Sólo una persona tiene ahí las claves, si tiene suficiente inteligencia y sensibilidad: El marido.
    Ojalá la merezca

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  2. Hola Marga, suelo escribir medias verdades dejando a la imaginación todo lo demás, por lo tanto ignoro si hubo un final feliz. Yo deseo que sí. Gracias por dejar tu opinión, ya sabes que se agradece de verdad. Besitos

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