LA MALETA ROJA
EPILOGO
Pedro salió de la casa, procurando no hacer ruido. Ya había
cogido el tranquillo al portón de entrada y sabía cómo moverlo para que no
chirriara demasiado. Esto era fácil de hacer desde dentro, pero imposible de
conseguir desde la calle. No le importó dejar la puerta entornada, ya la
cerraría Araceli, cuando se levantara.
Sabía que de ahora en adelante iniciaría una nueva etapa en
su vida.
En muy poco tiempo todo había cambiado a su alrededor. Se
vio a sí misma en la plaza de la gran ciudad. Solo y hundido por las
circunstancias.
Salió del pueblo acompañado de otro hombre que como él
mismo había empezado a vivir allí en busca de una mujer y sobre todo de un lugar en dónde poder
satisfacer las necesidades más esenciales. El autocar los llevó hasta la
estación de tren, y de allí tras una hora de trayecto llegaron al lugar indicado.
Fue inevitable mantener una conversación durante el viaje.
Aquel hombre no tuvo reparos en decirle que se había
acogido a la llamada de los braceros, que pedían, para poder llegar a fin de
mes más holgadamente. La mujer con la que compartía desde meses atrás su vida,
quería tener familia, y comprendía que un jornal añadido a lo que cobraban,
sería muy bien recibido, y por supuesto bien distribuido. Se llamaba Fernando, hasta el momento nunca
había encontrado a una mujer con la que compartirlo todo, y la nueva situación
debida a la llegada de las mujeres en aquel autocar, le dijo que había cambiado
su vida por completo.
Pedro, escuchaba atentamente, para no parecer mal educado.
Él no estaba dispuesto a hacer ningún comentario de cómo habían enfocado sus
vidas con Araceli. Le impresionó comprobar que ella era muy conocida entre
todos, por el mero hecho de acudir a este tipo de citas con un niño de muy
corta edad.
En cuanto llegaron a la plantación, se encontraron con
otros hombres que iban en busca de un beneficio económico. Todos habían
trabajado en lugares similares, por lo que no desconocían que el trabajo era
muy duro. Trabajar de sol a sol, para caer rendidos al final de la jornada,
comer, y disponerse a dormir en una gran nave acondicionada para este menester.
Los colchones no eran de la mejor calidad, pero el agotamiento era tan fuerte,
que importaba poco la calidad del colchón y
lo agradecían al máximo.
Y así día tras día, pensando siempre en la cantidad de
dinero que ganarían. Dinero extra, con el que en un principio no habían
contado, eso era para él, lo más importante, era como caído del cielo.
Pedro se alejaba de Fernando, no quería hablar de su vida con
él. Tenía miedo que al llegar de vuelta al pueblo, tuviera motivos de los que
hablar, de hacer comentarios. En realidad estaba actuando como lo había hecho
siempre. Obviaba por completo que había dejado a una mujer en aquella casa, que
ya parecía un hogar.
Por las noches, no obstante
su último pensamiento era para Araceli. No era de extrañar que
apareciera en sus sueños. Siempre eran sueños eróticos, por lo que un día se
unió a unos cuantos braceros que se fueron en busca de mujeres fáciles. La
mayoría sabían muy bien dónde encontrarla. Él simplemente se unió a ellos
en busca de un poco de calor humano.
Sabía que no era nada especial. Simplemente era un contacto carnal a cambio de
dinero.
Por unos momentos se preguntó si aquel comportamiento podía
calificarse de traición hacia la mujer que dejó en casa.
No. No podía decir que aquel acto se pudiera calificar de
nada especial. Pedro necesitaba desahogar sus instintos. Y con ese pensamiento
se sintió reconfortado. Pero algo en su interior le estaba diciendo, que aquel
acto no saciaba para nada sus deseos.
Fernando también había bajado hasta aquel lugar, pero fue
directo a llamar por teléfono. No intentó encontrar a nadie que llenara el
vacío.
Luego cuando volvieron a encontrarse, le dijo que había dejado recado en casa de
Fulgencio y Ramona, para que su pareja supiera que había llegado bien.
Esto le hizo pensar a Pedro, que debería mandarle por lo menos una postal
a Araceli, para que supiera que estaba bien. Compró una que reproducía el lugar
donde se hallaba. No le importaba que fuera o no bonita, sólo quería que
tuviera alguna noticia suya. Al final
añadió una frase especial. “Ya falta menos para el regreso”. La postal la metió
dentro de un sobre. No quería que nadie más lo pudiera leer.
Tenía pocas horas para pensar, pero era indiscutible que
antes de dormirse su pensamiento se iba hasta su casa. Recordaba pequeños
detalles que habían vivido juntos, y que en su momento parecía no tener
demasiada importancia, y ahora en la lejanía cobraban un valor hasta ahora
desconocido.
¿Era esto suficiente para que en su relación, se añadieran
otros ingredientes más afines entre una pareja? Tenía dudas. La deseaba de esto
estaba muy seguro, pero no todo se tenía que apoyar en esto. Pero comprendía
que por mucho que quisiera esconderlo, era una parte muy importante.
Cuando volviera a casa, intentaría ser más comunicativo. Se
daba cuenta de lo poco que le gustaba hablar.
A ella la oía en interminables charlas con Rubén. El niño apenas decía
unas pocas palabras, pero Araceli, hablaba por los dos, incluso le hablaba a
Toma.
Cuando descubrió este detalle se sintió feliz. Que aprobara
la incorporación del perro en el día a día, le gustó. Luego vino por sorpresa
la actuación del niño, que se desvivía por estar con Toma.
Sí, desde luego que cuando volviera tendría que planificar
de nuevo la convivencia.
= = = = = === ==
Cuando Araceli recibió la postal, en el primer momento tuvo
un sobresalto. ¿Le habría ocurrido algún percance? ¿Le decía aquella carta que
aún no había abierto, que no volvía por la casa?
Sus dedos querían ir rápidos abriendo el sobre, pero
parecían de trapo. Finalmente leyó lo que le decía. No era apenas nada. Que
había llegado sin contratiempos, y la frase final, le daba una certeza, que no
se había ido para siempre, como temió desde un principio. Pedro volvería y tal
como le anunciaba, ya faltaba menos.
Leyó y releyó la postal un montón de veces. Se sentía
mimada por aquel gesto tan sencillo, darse cuenta que él, pensaba en ella.
Y aquí hizo un alto en sus pensamientos.
Sí, ella también se recreaba en cómo sería la vida en
cuanto Pedro volviera definitivamente. Su vida no tendría nada que ver, con la
que habían llevado en los últimos meses.
Se había preguntado en muchas ocasiones si realmente estaba enamorada de
él. Y admitía que no. Pero también se daba cuenta que deseaba estar a su lado.
Lo añoraba. Cuando se lo comento a Ramona, ésta se echó a reír asegurándole,
que aquello que sentía si no era amor propiamente dicho, se la parecía
bastante. Admitió que no era lo mismo un
enamoramiento de adolescente, cuando todo se ve bajo un prisma romántico. Ahora
enfocaba todas las acciones con los pies muy anclados en el suelo. Ramona le
dijo que era muy buena señal, para empezar como pareja estable, que pensara en
Pedro en muchas ocasiones durante el día.
Antes cuando se levantaba por las mañanas, en muchas ocasiones él, ya
había preparado el café, y ella podía dedicarse al desayuno de Rubén.
Desde luego que encontraba a faltar, saber que la casa no
estaba vacía cuando llegara después de sus tareas en casa de Ramona. Aunque al
entrar estuviera silenciosa, sabía que él, no tardaría demasiado en llegar. No
era hablador, pero ya se había acostumbrado a esos silencios prolongados.
Y tras muchos recuerdos, revivió con detalle cómo fue su
despedida. Tenía razón, en aquellos momentos, a los dos no es hubiera costado
nada ir mucho más lejos. Pero Pedro era muy consciente, de que aquella actitud,
tomada en un momento pasional, podría llevarles al fracaso más adelante.
Fue mucho mejor que tuviera el buen sentido de no seguir
adelante.
Ahora sólo quedaba por ver, si al llegar sabrían los dos
encontrar el equilibrio de una relación estable.
Las palabras de Ramona siempre le daban ánimos para llevar
su ausencia esperanzas.
Aquel día al despertar Araceli, notó de inmediato que hacía
frío. En cuanto sacó los brazos por encima del cobertor de la cama. Poco a poco
había cambiado todo en general, los días tan sumamente cortos, se le hacían
pesados.
Arropó al pequeño, y ella se vistió dispuesta a tomar el
desayuno. Pero Rubén notó enseguida la ausencia de su madre, y la llamó. Lo
vistió sin prisas, buscando ropa de más abrigo, luego se lo llevaría con ella a
casa de Fulgencio y Ramona. Con aquel matrimonio había encontrado una compañía
agradable. El marido, tras saludarla
siempre desaparecía de su vista. Ramona le dijo que se iba a poner orden
en el pequeño granero que tenían al fondo de su parcela. Allí tenían toda clase
de conservas, que el matrimonio hacía en cuanto recolectaban la cosecha.
Siempre salía de aquella casa con algún bote de conserva que ellos habían
confeccionado para no desperdiciar nada de lo que se recolectaba. En cuanto
tuviera oportunidad ella también debería aprender a preparar las conservas,
pues se daba cuenta de lo beneficiosas que resultaban, cuando en el mercado
había escasez de según qué verduras o frutas.
Vistió al pequeño, y después abrió la ventana para ventilar
la habitación, era un ritual, mientras ellos dos desayunaban en la mesa del
comedor.
Cuál no sería su sorpresa cuando vio arrinconada ante el
portón de madera de la entrada de su casa, una maleta roja.
Le dio un vuelco el corazón. Supo enseguida que Pedro había
vuelto. Abrió la puerta, y allí estaba la maleta. Encima una nota, con una
piedra encima, para que no volara con el
viento.
Escrito con letra desigual pero legible decía
“Te espero en el bar de la plaza.”
Abrigó a Rubén y lo cogió en brazos para ir más rápida.
Debido a las bajas temperaturas, no había ninguna mesa a la intemperie.
Entró en el bar. Allí excepto el camarero, no había nadie.
Sólo vio a un hombre sentado al fondo, que se levantó de inmediato, en cuanto
ella entró.
Araceli estaba indecisa
puesto que allí no había nadie más
.- ¿Pedro? –Preguntó finalmente-
No pudo evitar hacer la pregunta. Aquel hombre ni por asomo
se parecía a aquel Pedro de barba enmarañada que salió del pueblo hacía
exactamente un mes.
.- ¿Tan cambiado estoy sin barba, que te cuesta reconocerme? – Preguntó un
tanto asustado
Si hubiera tenido más dudas, desde luego Toma, las disipó
de inmediato con sus cabriolas ante aquel hombre.
.- Perdona, imagino que no era este el recibimiento que
esperabas. Pero te aseguro que no pareces el mismo.
.- Me alegro que me
digas esto. En realidad no soy el mismo
hombre que se fue semanas atrás. Espero haber mejorado en todos los
aspectos. Para mí este encuentro será,
como si fuera el primero. Tú y yo dos personas queriendo conocerse hasta el
fondo. ¿Estás de acuerdo?
.- Desde luego. Me alegra que hayas vuelto.
Lo decía de verdad, no eran palabras vacías. Y Pedro lo
notó. Sintiendo un gran alivio.
.- A partir de hoy mismo, nuestras vidas empezarán a ser lo
que los dos deseamos que sean.
FIN
Junio 2017