jueves, 26 de octubre de 2017

La maleta roja. Epilogo


LA MALETA ROJA

EPILOGO

Pedro salió de la casa, procurando no hacer ruido. Ya había cogido el tranquillo al portón de entrada y sabía cómo moverlo para que no chirriara demasiado. Esto era fácil de hacer desde dentro, pero imposible de conseguir desde la calle. No le importó dejar la puerta entornada, ya la cerraría Araceli, cuando se levantara.

Sabía que de ahora en adelante iniciaría una nueva etapa en su vida.

En muy poco tiempo todo había cambiado a su alrededor. Se vio a sí misma en la plaza de la gran ciudad. Solo y hundido por las circunstancias.

Salió del pueblo acompañado de otro hombre que como él mismo había empezado a vivir allí en busca de una mujer  y sobre todo de un lugar en dónde poder satisfacer las necesidades más esenciales. El autocar los llevó hasta la estación de tren, y de allí tras una hora de trayecto llegaron al  lugar indicado.

Fue inevitable mantener una conversación durante el viaje.

Aquel hombre no tuvo reparos en decirle que se había acogido a la llamada de los braceros, que pedían, para poder llegar a fin de mes más holgadamente. La mujer con la que compartía desde meses atrás su vida, quería tener familia, y comprendía que un jornal añadido a lo que cobraban, sería muy bien recibido, y por supuesto bien distribuido.  Se llamaba Fernando, hasta el momento nunca había encontrado a una mujer con la que compartirlo todo, y la nueva situación debida a la llegada de las mujeres en aquel autocar, le dijo que había cambiado su vida por completo.

Pedro, escuchaba atentamente, para no parecer mal educado. Él no estaba dispuesto a hacer ningún comentario de cómo habían enfocado sus vidas con Araceli. Le impresionó comprobar que ella era muy conocida entre todos, por el mero hecho de acudir a este tipo de citas con un niño de muy corta edad.

En cuanto llegaron a la plantación, se encontraron con otros hombres que iban en busca de un beneficio económico. Todos habían trabajado en lugares similares, por lo que no desconocían que el trabajo era muy duro. Trabajar de sol a sol, para caer rendidos al final de la jornada, comer, y disponerse a dormir en una gran nave acondicionada para este menester. Los colchones no eran de la mejor calidad, pero el agotamiento era tan fuerte, que importaba poco la calidad del colchón y  lo agradecían al máximo.

Y así día tras día, pensando siempre en la cantidad de dinero que ganarían. Dinero extra, con el que en un principio no habían contado, eso era para él, lo más importante, era como caído del cielo.

Pedro se alejaba de Fernando, no quería hablar de su vida con él. Tenía miedo que al llegar de vuelta al pueblo, tuviera motivos de los que hablar, de hacer comentarios. En realidad estaba actuando como lo había hecho siempre. Obviaba por completo que había dejado a una mujer en aquella casa, que ya parecía un hogar.

Por las noches, no obstante  su último pensamiento era para Araceli. No era de extrañar que apareciera en sus sueños. Siempre eran sueños eróticos, por lo que un día se unió a unos cuantos braceros que se fueron en busca de mujeres fáciles. La mayoría sabían muy bien dónde encontrarla. Él simplemente se unió a ellos en  busca de un poco de calor humano. Sabía que no era nada especial. Simplemente era un contacto carnal a cambio de dinero.

Por unos momentos se preguntó si aquel comportamiento podía calificarse de traición hacia la mujer que dejó en casa.

No. No podía decir que aquel acto se pudiera calificar de nada especial. Pedro necesitaba desahogar sus instintos. Y con ese pensamiento se sintió reconfortado. Pero algo en su interior le estaba diciendo, que aquel acto no saciaba para nada sus deseos.

Fernando también había bajado hasta aquel lugar, pero fue directo a llamar por teléfono. No intentó encontrar a nadie que llenara el vacío.

Luego cuando volvieron a encontrarse,  le dijo que había dejado recado en casa de Fulgencio y Ramona, para que su pareja supiera que había llegado bien.

Esto le hizo pensar a Pedro,  que debería mandarle por lo menos una postal a Araceli, para que supiera que estaba bien. Compró una que reproducía el lugar donde se hallaba. No le importaba que fuera o no bonita, sólo quería que tuviera alguna noticia suya.  Al final añadió una frase especial. “Ya falta menos para el regreso”. La postal la metió dentro de un sobre. No quería que nadie más lo pudiera leer.

Tenía pocas horas para pensar, pero era indiscutible que antes de dormirse su pensamiento se iba hasta su casa. Recordaba pequeños detalles que habían vivido juntos, y que en su momento parecía no tener demasiada importancia, y ahora en la lejanía cobraban un valor hasta ahora desconocido.

¿Era esto suficiente para que en su relación, se añadieran otros ingredientes más afines entre una pareja? Tenía dudas. La deseaba de esto estaba muy seguro, pero no todo se tenía que apoyar en esto. Pero comprendía que por mucho que quisiera esconderlo, era una parte muy importante.

Cuando volviera a casa, intentaría ser más comunicativo. Se daba cuenta de lo poco que le gustaba hablar.  A ella la oía en interminables charlas con Rubén. El niño apenas decía unas pocas palabras, pero Araceli, hablaba por los dos, incluso le hablaba a Toma.

Cuando descubrió este detalle se sintió feliz. Que aprobara la incorporación del perro en el día a día, le gustó. Luego vino por sorpresa la actuación del niño, que se desvivía por estar con Toma.

Sí, desde luego que cuando volviera tendría que planificar de nuevo la convivencia.

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Cuando Araceli recibió la postal, en el primer momento tuvo un sobresalto. ¿Le habría ocurrido algún percance? ¿Le decía aquella carta que aún no había abierto, que no volvía por la casa?

Sus dedos querían ir rápidos abriendo el sobre, pero parecían de trapo. Finalmente leyó lo que le decía. No era apenas nada. Que había llegado sin contratiempos, y la frase final, le daba una certeza, que no se había ido para siempre, como temió desde un principio. Pedro volvería y tal como le anunciaba, ya faltaba menos.

Leyó y releyó la postal un montón de veces. Se sentía mimada por aquel gesto tan sencillo, darse cuenta que él, pensaba en ella.

Y aquí hizo un alto en sus pensamientos.

Sí, ella también se recreaba en cómo sería la vida en cuanto Pedro volviera definitivamente. Su vida no tendría nada que ver, con la que habían llevado en los últimos meses.  Se había preguntado en muchas ocasiones si realmente estaba enamorada de él. Y admitía que no. Pero también se daba cuenta que deseaba estar a su lado. Lo añoraba. Cuando se lo comento a Ramona, ésta se echó a reír asegurándole, que aquello que sentía si no era amor propiamente dicho, se la parecía bastante.  Admitió que no era lo mismo un enamoramiento de adolescente, cuando todo se ve bajo un prisma romántico. Ahora enfocaba todas las acciones con los pies muy anclados en el suelo. Ramona le dijo que era muy buena señal, para empezar como pareja estable, que pensara en Pedro en muchas ocasiones durante el día.  Antes cuando se levantaba por las mañanas, en muchas ocasiones él, ya había preparado el café, y ella podía dedicarse al desayuno de Rubén.

Desde luego que encontraba a faltar, saber que la casa no estaba vacía cuando llegara después de sus tareas en casa de Ramona. Aunque al entrar estuviera silenciosa, sabía que él, no tardaría demasiado en llegar. No era hablador, pero ya se había acostumbrado a esos silencios prolongados.

Y tras muchos recuerdos, revivió con detalle cómo fue su despedida. Tenía razón, en aquellos momentos, a los dos no es hubiera costado nada ir mucho más lejos. Pero Pedro era muy consciente, de que aquella actitud, tomada en un momento pasional, podría llevarles al fracaso más adelante.

Fue mucho mejor que tuviera el buen sentido de no seguir adelante.

Ahora sólo quedaba por ver, si al llegar sabrían los dos encontrar el equilibrio de una relación estable.

Las palabras de Ramona siempre le daban ánimos para llevar su ausencia  esperanzas.

Aquel día al despertar Araceli, notó de inmediato que hacía frío. En cuanto sacó los brazos por encima del cobertor de la cama. Poco a poco había cambiado todo en general, los días tan sumamente cortos, se le hacían pesados.

Arropó al pequeño, y ella se vistió dispuesta a tomar el desayuno. Pero Rubén notó enseguida la ausencia de su madre, y la llamó. Lo vistió sin prisas, buscando ropa de más abrigo, luego se lo llevaría con ella a casa de Fulgencio y Ramona. Con aquel matrimonio había encontrado una compañía agradable. El marido, tras saludarla  siempre desaparecía de su vista. Ramona le dijo que se iba a poner orden en el pequeño granero que tenían al fondo de su parcela. Allí tenían toda clase de conservas, que el matrimonio hacía en cuanto recolectaban la cosecha. Siempre salía de aquella casa con algún bote de conserva que ellos habían confeccionado para no desperdiciar nada de lo que se recolectaba. En cuanto tuviera oportunidad ella también debería aprender a preparar las conservas, pues se daba cuenta de lo beneficiosas que resultaban, cuando en el mercado había escasez de según qué verduras o frutas.

Vistió al pequeño, y después abrió la ventana para ventilar la habitación, era un ritual, mientras ellos dos desayunaban en la mesa del comedor.

Cuál no sería su sorpresa cuando vio arrinconada ante el portón de madera de la entrada de su casa, una maleta roja.

Le dio un vuelco el corazón. Supo enseguida que Pedro había vuelto. Abrió la puerta, y allí estaba la maleta. Encima una nota, con una piedra  encima, para que no volara con el viento.

Escrito con letra desigual pero legible decía

“Te espero en el bar de la plaza.”

Abrigó a Rubén y lo cogió en brazos para ir más rápida. Debido a las bajas temperaturas, no había ninguna mesa a la intemperie.

Entró en el bar. Allí excepto el camarero, no había nadie. Sólo vio a un hombre sentado al fondo, que se levantó de inmediato, en cuanto ella entró.

Araceli estaba indecisa  puesto que allí no había nadie más

.- ¿Pedro? –Preguntó finalmente-

No pudo evitar hacer la pregunta. Aquel hombre ni por asomo se parecía a aquel Pedro de barba enmarañada que salió del pueblo hacía exactamente un mes.

.- ¿Tan cambiado estoy sin barba,  que te cuesta reconocerme? – Preguntó un tanto asustado

Si hubiera tenido más dudas, desde luego Toma, las disipó de inmediato con sus cabriolas ante aquel hombre.

.- Perdona, imagino que no era este el recibimiento que esperabas. Pero te aseguro que no pareces el mismo.

.- Me alegro que  me digas esto. En  realidad no soy el mismo hombre que se fue semanas atrás. Espero haber mejorado en todos los aspectos.  Para mí este encuentro será, como si fuera el primero. Tú y yo dos personas queriendo conocerse hasta el fondo. ¿Estás de acuerdo?

.- Desde luego. Me alegra que hayas vuelto.

Lo decía de verdad, no eran palabras vacías. Y Pedro lo notó.  Sintiendo  un gran alivio.

.- A partir de hoy mismo, nuestras vidas empezarán a ser lo que los dos deseamos que sean.

 

FIN

 

Junio 2017

 

 

martes, 24 de octubre de 2017

La maleta roja V parte


LA MALETA ROJA (quinta parte)

Darse cuenta de las consecuencias, de aquel desenfreno, fue su peor mal trago de su vida. No quería volver con su familia con la cabeza gacha. Saldría adelante como fuera. Si hubiera advertido antes que estaba embarazada, quizás  hubiera abortado, pero tan adelantada la gestación, tuvo miedo. Miedo porque no disponía de dinero para pagarse un viaje, para ir fuera del país. Son cosas que si se toma la decisión con tiempo, se pueden solucionar, pero en su caso, ya no era aconsejable. Pensaba que con lo que ganaba, sería suficiente. Pero a partir del momento en que se notó el embarazo, tuvo problemas para  que la contrataran, ella estaba dispuesta a aceptar cualquier trabajo.

Al llegar aquí Araceli, se quedó unos momentos callada.

.- Lo demás Ramona, ya lo puede suponer. El niño nació en la   maternidad gratuita,  pero  me lo arrebataron debido a estar desempleada y  lo ingresaron en la casa de acogida. Podía ir a verlo una vez por semana. Salí de aquel edificio como si me hubieran dado un mazazo. Me indicaron que habían tenido en consideración mi situación, y me dejaron permanecer casi un mes, para que pudiera alimentarlo. Pero después el niño se quedaría allí hasta que pudiera demostrar que podía mantenerlo.

.- ¿Tú crees que tu familia no te hubiera ayudado?.- Es posible que sí, pero yo tenía muchas ansias por dejar mi casa.  Han sido unos meses terribles, siempre iba a ser al niño pensando que ya lo habrían dejado con unos padres de acogida. Yo no quería volver  con mi gente completamente derrotada. Fue una de las celadoras de la Institución, la que me habló de este pueblo, que pedían gente para repoblarlo y resucitarlo. Me pareció lo mejor. Y la verdad es que no me arrepiento.  La vida con Pedro es llevadera. Los dos nos necesitamos mutuamente.  Creo que funcionará la convivencia.

.- Os falta lo que sería normal en una pareja. Pero claro, si tenéis pensado dejar dentro de un  tiempo el lugar, cuando menos atados estéis entre vosotros mucho mejor. Muchacha –acabó diciendo Ramona- Hoy ha sido un día especial para las dos. Te darás cuenta que es bueno aligerar el alma de todo aquello que nos tiene atrapados. Esta charla, habrá sido para ti, como una liberación.  Pero me parece que sería conveniente, que Pedro también estuviera al corriente.

Araceli abrió los ojos como platos.

.- No, me sentiría muy mal, si el supiera cómo sucedió todo.

.- Seguro que él, te habrá contado cosas de su vida.

.- Muy pocas. Es muy reservado.

.- Lo sé, pero deberías tenerlo al corriente de lo sucedido. Saber las cosas con certeza va bien, de lo contrario, uno se puede formar unas opiniones completamente equivocadas. Él puede pensar de ti, que te vas con el primero que se cruza en tu vida. Y no ha sido así. Insisto en que debería saber la verdad.

Araceli, no contestó, pero negaba con la cabeza.

.- Bueno, esta es mi opinión. Una opinión de persona mayor, que lleva muchos años casada, y que ve las cosas muy distintas a la juventud de hoy en día.

.- Gracias Ramona, de verdad que valoro mucho sus palabras. Quizás un día me pille el cuerpo con ganas de hacer confesiones y se lo diga.

Se despidieron, y Araceli emprendió el camino hacia su casa. Iba con el niño cogido de su mano. Nada más salir de la casa, vieron a Toma que les estaba esperando. Rubén se deshizo de su madre para correr en busca del perro. Tuvo que reconocer que el niño había hecho un cambio desde que llegara el can a su casa. Se había acostumbrado a ella, antes parecía tenerle miedo, en realidad Araceli, no se lo podía reprochar, al fin y al cabo, apenas le veía una hora a la semana. Todo estaba tomando el cauce normal de las cosas.

Era tarde porque ya empezaba a oscurecer. Luego pensó con cierta tristeza, que el verano tocaba a su fin. Vendrían días de frío y de poco sol. Y pensó en la ropa que tenía  para abrigarse en cuanto iniciaran una bajada las temperaturas. Ella, tenía poca cosa, pero el niño, no tenía nada en absoluto. La bolsa que le habían dado en la casa de acogida sólo tenía ropa de verano. Pero ahora tampoco le serviría, había crecido en estos meses. No podía cargar este gasto a Pedro, y mientras llegaba a su casa pensaba qué aptitudes tenía para conseguir un trabajo. Pero esto de momento era impensable, ya que no tendría con quien dejar a Rubén.

La casa estaba oscura por completo, lo cual indicaba que Pedro no había llegado. Todo el grupo de hombres estaban en el pueblo contiguo haciendo reparaciones de todo tipo. Lo hacían casi contra reloj, antes que llegaran los primeros fríos, a partir de entonces se habría terminado la tarea diaria al aire libre. Quedarían pendientes los trabajos de operarios especializados en fontanería y electricidad. Pedro no estaba preparado para  este tipo de labores.

Él se había ofrecido para recolectar fruta, y estaba pendiente de si lo aceptaban. Deseó que así fuera, porque siempre sería un desahogo,  aunque ella se hubiera hecho a la idea, de  que de aquel dinero no le correspondía nada. Ellos dos debían salir adelante con lo que les habían estipulado al firmar el contrato. Los trabajos para rehacer los pueblos, eran para su manutención, pero si Pedro decidía ir a recoger fruta, sabía que no podía contar con aquello.

Por la noche mientras cenaban, Pedro preguntó si había llegado algún correo, ya que estaba pendiente de la respuesta del capataz de los campos fruteros. No hablaron demasiado, tampoco era algo fuera de lo común. Araceli ya había aprendido su manera de actuar. Era un hombre muy callado. Sólo dejaba ver sus  sentimientos cuando estaba con Toma.

A ella le hubiera gustado que ese tono tan cariñoso, lo usara con Rubén. Luego de tener ese pensamiento se recriminaba por haberlo tenido. Al fin y al cabo Ramona tuvo razón cuando le dijo, que Pedro podría pensar que ella se acostaba con el primero que aparecía en su vida.

Muchas noches en su dormitorio, estaba atenta a los ruidos que se escuchaban, tardó en darse cuenta, que en la mayoría de los casos eran debidos, a que se enfriaban los materiales con que estaba construida la casa, sobre todo los tejados recién arreglados. La primera vez que los oyó, se puso en guardia, esperando ver aparecer en el dintel de la puerta a Pedro, dispuesto a llevar a cabo sus instintos. Porque si de una cosa estaba segura, era que no le resultaba indiferente. A veces lo que no decía con palabras, se escapaba en su mirada. Tan solo duraba unos segundos, pero Araceli, se daba cuenta. Al fin y al cabo, en más de una ocasión ella a solas en la casa, se había hecho esta pregunta. ¿Necesitaba a Pedro en su vida diaria? Mejor expresado, ¿lo necesitaba en sus noches?  No lo sabía. De una cosa estaba segura, en otras circunstancias, quizás sí. Pero el miedo a un desengaño era superior a todo lo demás.

Hoy al hablar con Ramona, se dijo a sí misma que en cuanto tuviera una ocasión le explicaría toda su historia. Necesitaba que Pedro no la juzgara demasiado mal. Y si era cierto que este detalle le robaba horas de descanso, ¿era debido a algo en especial?  O simplemente era un cuerpo que como los demás, quería recibir algo que la hiciera vibrar. Este era su gran dilema. No estaba segura de nada, y por lo tanto temía equivocarse. Una vez ya lo hizo, al querer conquistar el mundo lejos de los suyos. Otra equivocación a estas alturas, supondría un fracaso demasiado importante.

Sí, hablaría con Pedro. Le contaría toda la verdad, seguro que su vieja amiga tenía razón, y las cosas podrían ir mejor entre ellos dos. Actualmente iban bien, pero comprendía que podían ir mucho mejor, porque estaba segura que dejarían de existir esos largos  tiempos de un mutismo absoluto por parte de Pedro, cosa que la obligaba a ella a permanecer también en silencio.

Pedro por su parte estaba pendiente del correo, ansiaba recibir una carta que le anunciara que era admitido en la plantación lejos de allí. Sólo sería para un mes, y en este tiempo ganaría casi lo mismo que recibía aquí del Gobierno en medio año. Ya se aseguró que no iba en contra de ninguna ley, si él se iba por un tiempo a trabajar a otro lugar. La casa no quedaba deshabitada, allí estarían Araceli y Rubén cuidando de ella, y por supuesto recibiendo una mensualidad. Aunque se ausentara no les faltaría nada. Además la gente del pueblo habían demostrado que les aceptaban de buen grado, y  les ayudaban si les era posible.

Por primera vez desde que establecieron el contrato, se preguntaba si cuando había escrito solicitando una plaza temporal en los campos frutales  era por el dinero, o había algo más. ¿Era una huida?  Y si admitía que lo era, venía la siguiente pregunta. ¿De qué huía? O más bien de quién.

En  alguna ocasión, se había despertado en la noche, con un pensamiento fijo. Araceli, estaba a muy pocos metros de él. Y enseguida la tentación de abrir cautelosamente la puerta para verla en la cama. Reconoció que este pensamiento lo excitaba. Por otra parte, dejaba de recriminarse, porque se decía que al fin y al cabo era un hombre, y hacía demasiado tiempo que no había tenido contacto físico con una mujer.

Lejos de la casa,  lejos de todo, no se sentiría mal si finalmente buscaba una compañía femenina, por unas horas. ¿Era eso lo que quería, alejarse para no sentirse culpable? Nada habían establecido entre ellos dos. Era muy libre de actuar como le viniera en gana.

Ver a Araceli por la casa, lo hacía  estar a la expectativa de algún descuido por parte de ella. La primera vez que lo descubrió se sintió muy mal. Todo fue debido a que Araceli se agachó para coger al niño en brazos, este gesto hecho sin ningún tipo de premeditación enseñando parte de sus pechos, le hizo recapacitar y darse cuenta que espiaba sus poses en busca de una parte de su cuerpo que no estuviera a la vista normalmente.

Era consciente que habían hecho un pacto, sin firmas, sólo existían palabras, pero debía actuar en consecuencia. Su palabra tenía tanto valor, como si existiera una firma. Quién sabe si dentro de un tiempo ella se cansaba de estar allí, sin demasiadas comodidades  y buscara en otro lugar, a un hombre que aceptara sin ningún tipo de premisa vivir a su lado, para ofrecerle todo lo que puede existir entre un hombre y una mujer.

Desde luego, la recolección de la fruta, era una buena excusa para poner en orden sus ideas. Lejos de ella, para no estar espiando sus movimientos. Casi se avergonzaba de tenerlos, pero por otra parte comprendía que le daban un aliciente a su vida, que antes no tenía.

Por eso esperaba ansiosamente la carta. Para poner fin de inmediato a tantos pensamientos, que reconocía eran del todo  normales.

Unos días de separación le iría muy bien para aclarar muchas dudas. Y en cuanto lo hubiera hecho, desde luego tendría que hablar con ella para decirle, lo que pasaba por su cabeza, cada vez que aparecía ante sus ojos.

No sabía decir si aquello era el principio de un enamoramiento tardío, o simplemente era deseo, lo que tenía muy claro que al pensar en Araceli entre sus brazos, parecía que su cuerpo ardía.

La carta aún tardó dos días más en llegar.

A Pedro le pareció que por fin podía respirar más tranquilo

.- Cuándo te irás – le preguntó ella –

.- Quiero estar allí este fin de semana, y poder empezar el trabajo el lunes.

Mientras hablaba se fue camino del dormitorio en busca de su maleta roja.

.- Me llevaré algo de ropa de abrigo. Allí hace más frío que aquí, y se empieza a trabajar muy temprano. Será recordar viejos tiempos – dijo queriendo que su voz sonara alegre, sin conseguirlo –

.- ¿Cuántos días estarás fuera?

.- En principio el contrato es para dos o tres semanas. Pero con opciones a prolongarlo más si fuera preciso. Aunque el día de recibir nuestro salario, no hubiera vuelto, te dejaré por escrito la autorización para que puedas sacar el dinero necesario. No sufras que no te quedarás sin recursos.

.- Bueno, no lo preguntaba por eso. Sólo quería saber si tu estancia sería muy larga. En estos momentos tengo la sensación de ser una carga para ti. Supongo que es por mi hijo.

.- De verdad, que Rubén, no tiene nada que ver con mi desplazamiento.

.- Pero de alguna manera, si te vas yo soy la causa. Creo que merezco una aclaración. Si marchas sin decirme nada más, siempre me quedará la sospecha, que de alguna manera, he condicionado tu vida. Y por nada del mundo quisiera ser yo la culpable de tu infelicidad. Llevamos meses viviendo juntos, y aún no hemos hablado a fondo de nuestros problemas. Y creo que antes de irte deberíamos dejar claras muchas cosas.

Pedro la escuchaba,  atento, dejó la maleta a medio hacer y se sentó en la cama  mientras le decía.

.- No quiero que te sientas culpable de nada. Y mucho menos que pienses que el niño me obliga a nada que no quiera hacer. Pero es cierto que en estos momentos necesito un poco de espacio. Necesito estar a solas conmigo mismo, y con todas mis dudas. A veces pienso que el trato que hicimos puede resultar duro en según qué momentos. Si para mí lo ha sido, imagino que para ti también. ¿Me equivoco?

.- No. Tienes razón. Necesito saber que no he sido una carga demasiado dura para ti. Muchas noches me he despertado con la idea loca, que si hubiéramos tenido unas relaciones sexuales, tú, hubieras estado más abierto conmigo. Sólo he recibido por tu parte buenas, pero pocas palabras. Nunca ni un gesto que me indicara que estabas contento con lo pactado. Yo por lo menos he conseguido lo que quería, poder tener a mi hijo conmigo. ¿Lo has alcanzado tú?

.- Desde luego. Como y duermo en mi casa y no estoy solo. En aquellos días era lo único que necesitaba.

.- Pero con el paso de los meses te has dado cuenta, que no te llena por completo. Necesitas algo más en tu vida. Déjame que te explique cómo quedé embarazada del niño.

.- No es necesario.

.- Sí que lo es. Por lo menos para mí. No quiero que pienses que soy una cabeza loca, que va por la vida acostándose con el primero que se le cruza por delante.

Pedro la miró detenidamente. Le hizo una señal palmeando encima del colchón para que se sentara a su lado.

.- Si estás empeñada en hablar y eso te hace feliz, cuéntame lo que te pasó.

Araceli le dio la misma versión que hacía muy pocos días le diera a Ramona. Cuando acabó de hablar, sintió que sus ojos estaban húmedos.

.- Con todo lo que te acabo de decir, deseo que sepas, que tu opinión me importa mucho. Eso lo he ido descubriendo a medida que he pasado los días a tu lado. Eres un buen hombre que merece encontrar la felicidad. Si quieres que rompamos nuestro contrato, para tener una libertad completa, lo entenderé. Sin reproches, ni recriminaciones.

.- ¿Tú deseas romperlo?

.- Yo no. Eres tú quien ha decidido irse de aquí, aunque sea por unas semanas.

.- En estos momentos, tengo la sensación que me estás poniendo  a prueba – dijo Pedro-

.- Necesito saber algo de lo que pasa por tu cabeza. Si al volver hemos de continuar viviendo juntos, es necesario que pongamos nuestros pensamientos al descubierto, para saber a qué atenernos, tanto tú como yo misma.

-. En estos momentos, tengo la sensación que estar a punto de seguir unos impulsos, esos que tú y yo acordamos no interferiría en nuestra relación.

Se calló buscando las palabras más adecuadas.

.- Araceli, por nada del mundo quisiera herir tus sentimientos. No es un rechazo a tu persona. Todo lo contrario.

-. Pues entonces, no te vayas. Si lo haces me harás sentir culpable. Sé que donde vas a trabajar, lo pasarás mal. Por el frío, porque estarás alejado de esta casa, que es por lo que hemos estado luchando los dos. Si te vas, me harás sentir responsable de todo lo malo que te pueda suceder.

Estaban los dos sentados en la cama, muy cerca el uno del otro.

Pedro supo que aquellas palabras eran una clara invitación a seguir adelante para dejar libres sus instintos.

.- No Araceli, ahora no es el momento de empezar una nueva relación entre nosotros. Si lo hacemos, dejándonos llevar por lo que empezamos a sentir, nunca sabremos, si lo nuestro es verdadero, o simplemente  es una salida obligada, porque queremos asegurarnos de seguir  viviendo juntos, pero en soledad. Una soledad compartida, a veces esa soledad es la peor. Yo quiero que si pensamos en una unión, sea porque realmente estamos seguros de nuestros sentimientos.  Ahora estamos condicionados, quizás por el miedo, quizás por una inseguridad.

Le tomó las manos, mientras la miraba a los ojos.

.- Dime que me entiendes – suplicó Pedro-

.- Te entiendo, pero ahora dime tú, que volverás. Dime que no te vas porque se te hace  insoportable mi presencia.

.- Es todo lo contrario. Me voy para asegurarme de que cuando regrese, lo que empezamos a sentir ahora, irá madurando. Seremos como las familias normales. Mantendremos esta separación como si fuera nuestro noviazgo.

.- Deberíamos firmar este pacto con un abrazo, con algo distinto al apretón de manos que hicimos la otra vez. ¿No crees?

Pedro tardó un poco en replicar. Pero cuando lo hizo su voz sonaba emocionada.

.- Me veo incapaz de abrazarte, sin intentar ir más allá, y si esto ocurriera. Siempre tendríamos la sensación, de no haber sabido reprimirnos, de dejarnos llevar solamente por los instintos. Y yo quiero que nuestra relación, tenga una buena base.

.- Quizás tengas razón.  Esperaré a que vuelvas, confío en ti, sé que regresarás, que no huyes asustado de lo que representará una unión entre nosotros. Te dejo para que termines tu equipaje.

.- Mañana temprano me iré. No te levantes para decirme adiós. Me será mucho más fácil.

Araceli, no dijo nada más. Salió del dormitorio y entró en el suyo. Rubén dormía en la cama, ocupando el centro de la misma. Araceli, suavemente lo empujó hacia un lado, y se tumbó junto a él. Le pasó una mano por el pelo. Después trató de dormir. Oía el ruido que hacía Pedro, ahora estaba en el baño recogiendo sus escasas pertenencias que tenía en el estante. Después oyó un suave golpe al cerrar la puerta de su dormitorio.

Luego le pareció que caía desde un gran abismo, que llenaba su cuerpo de una sensación extraña.

Cuando se despertó, ya había salido el sol.

Supo que estaba sola en la casa.

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viernes, 20 de octubre de 2017

La maleta roja IV parte


 

LA MALETA ROJA  (cuarta parte)

Araceli fue de las últimas en bajar del autocar. Llevaba en brazos a su hijo.  Un pequeño rubio como el oro. No parecía asustado, lo miró todo con mucha curiosidad. Pedro dudó unos momentos, pero finalmente se adelantó hacia ella, procurando que en su rostro apareciera una sonrisa entre  de complicidad, y de amistad.

.- Hola – dijo mientras pasaba su mano por la cabeza rubia del niño.- espero que  te parezca bien los arreglos de la casa. Podemos ir hasta allí, para dejar tu equipaje. A las dos empezarán a servir la comida, tenemos tiempo de ir y volver.

Araceli asintió mientras le decía.

.- Tengo muchas cosas para contarte. Lo haré cuando estemos instalados. Ahora vayamos a celebrar todos juntos nuestro regreso. Durante el trayecto, todas hemos estado hablando de cómo enfocaremos de ahora en adelante nuestras vidas.

.- Es algo que debemos ir confeccionando día a día. Irá todo bien, ya lo verás. Sólo debemos pensar en cómo vivíamos antes. Seguro que con el cambio ganamos.

.- Por supuesto. . Dijo Araceli-

Habían llegado a la casa.  Nada más entrar Araceli pudo comprobar el gran cambio operado. Recordaba la primera impresión, fue de agobio, por la oscuridad reinante, y la suciedad. Entonces todo daba una sensación de  abandono. Ahora a pesar de no ser algo fuera de serie, por lo menos estaba limpio.

Dejaron las maletas en la entrada, y salieron juntos camino de la plaza.

.- Tenemos mucho de qué hablar  - dijo ella- pero ahora creo que tendremos que ir a comer con todos los demás.

.- Sí, desde luego. No te preocupes tenemos tiempo para todo.

Pedro no sabía que actitud tomar ante el pequeño, que permanecía agarrado a su madre, y en todo el tiempo no pronunció palabra.

Parecía que todos los reunidos querían hablar al mismo tiempo, la algarabía era enorme, y por supuesto que fue un alivio, comprobar que reinaba el buen humor.

Hubo elogios para todos, en especial para el matrimonio mayor que de alguna manera se había convertido en una especie de hada madrina, que acogió en su casa a los que no tenían donde dormir, y les ahorró el trayecto diario desde alguna pensión barata del pueblo más cercano. En aquella región los pueblos abandonados por sus  habitantes proliferaban por doquier, ese era el principal motivo por lo que fue tan bien acogida la idea de aquel alcalde, que no se resignaba a que quedaran en el olvido, y puso todo su empeño en fabricar ilusiones para los que no se resignaban a vivir de cualquier manera y en cualquier lugar. Él les ofrecía unas casas, unos terrenos para cultivar un huerto, y además lo hacía habiendo conseguido por parte del Gobierno unas cantidades sustanciales para invertirlas en el lugar.  Este fue su discurso tras la comida. Al final del discurso los aplausos llenaron la plaza. Pedro la comparó con la que durante meses, lo acogió mostrándole su lado más triste. El de la soledad. Nadie se paró nunca para preguntarle si necesitaba alguna cosa. Era como un ser invisible.

Ahora todos estaban despidiéndose, y él se sentía el hombre más feliz, pero a la vez inseguro del mundo. Aún se quedó unos momentos contemplando como iban desapareciendo de la plaza camino de sus casas. Pero antes quiso despedirse de aquel matrimonio mayor. Seguro que sin ellos no lo habría conseguido. Fue un acierto que se brindaran a dejarlos dormir en su amplia casa.

Aquel matrimonio se  había inventado unos hijos imaginarios, que según ellos iban a visitarles en los veranos. Sí que era cierto que los tuvieron, pero todos habían emigrado muy lejos del país. Y todo el  afán era que dejaran aquel lugar que formaba parte de sus vidas, para irse a vivir a un lugar, donde no conocían ni su lengua ni sus costumbres. Querían que pese a su edad avanzada, empezaran de nuevo. Se negaron rotundamente.  Sus hijos no lo entendieron, por lo que junto con el alcalde  urdieron aquel complot. Se aprovecharon de la circunstancia casual, de que el gobierno estaba dispuesto a dar una ayuda a cambio de repoblar el pueblo.

Ese sería su gran secreto. Ellos y el alcalde eran los pioneros de una gran idea.

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Araceli y Pedro llegaron a su casa. El niño se había dormido y apoyaba su cabeza en el hombro de su madre. Pedro iba a su lado. Iban en silencio.

.- ¿Estás muy cansada? – le preguntó-

.- La verdad es que sí. Ha sido un día muy agotador. Supongo que además estoy nerviosa.

.- Sí, yo también, tenemos que hablar, pero si quieres lo dejamos para mañana. Tenemos tiempo de sobra para saber cómo iniciaremos nuestra vida en común. Las habitaciones están limpias, pero no he querido hacer nada sin contar contigo. Sólo he comprado dos colchones, que de momento están en el suelo. Me parece que será mejor que vayamos juntos a por los muebles necesarios.

Pedro abrió una puerta, dejando que ella pasara con el niño. En el suelo había un colchón de matrimonio.

.- Las sábanas me las han dejado ese matrimonio que vive al final de la calle.  Mientras dejas al niño en el colchón, iré a buscar tus maletas.

Araceli lo vio alejarse, y acto seguido regresaba con el equipaje. Lo dejó todo en el suelo.

.- Buenas noches, que descanses. Mañana hablaremos.

En la cabeza de Araceli se amontonaron las mil imágenes que había ido alimentando durante aquellos días. Aunque siempre había sido una mujer  decidida, el paso que acababa de dar, no dejaba de preocuparla. Vivir con un desconocido. Ambos tenían poderosos motivos para tomar aquella decisión, pero eso no era motivo para no preocuparse. Pedro podía ser un sádico que sólo buscara un placer sexual en ella. Sabía que eso desde luego podía suceder, aunque a simple vista Pedro no lo pareciera, olvidándose de la promesa hecha de ser solamente dos almas que necesitaban aquel lugar, y que apartarían todo cuanto se relacionara con intimidades entre ellos.

Todos los que aceptaron aquel reto, tenían motivos muy poderosos, que no excluían para nada los miedos normales ante una situación tan anómala, como aquella. Nadie habló de casamientos. Simplemente se irían a vivir juntos. Con el tiempo ya decidirían qué hacer. Más o menos empezaban de la misma manera, pero probablemente con miras a otra conducta, cosa que ellos dos ya habían descartado de común acuerdo.

Cuando Pedro entró en la otra habitación, se quitó la ropa quedándose en ropa interior  y se tumbó sobre el colchón. Puso los brazos bajo su nuca y con la mirada perdida en el techo, intentó no pensar en nada. Pero fue imposible.  Por unos momentos analizó sus emociones. Se sentía realizado, como nunca se había sentido. Sabía que estaba ayudando a una persona, y eso le producía placer y confianza en sí mismo.

En un rincón de la estancia estaba su maleta roja. Como no había muebles, no la había vaciado. Sólo en el pequeño lavabo había dejado los utensilios de aseo. Comparó su pequeña maleta con las dos que trajo Araceli. Claro que eran dos personas.  Intuyó que aquella bolsa azul celeste, eran las pertenencias del chiquillo.

Tenía que dormir, mañana también sería un día ajetreado. Tiempo tendrían para arreglar las cosas.

Con este pensamiento calmó su mente y se dispuso a dormir.

Le pareció oír un ruido extraño. Por unos momentos se quedó a la escucha. Recapacitó, seguro que era el niño que lloriqueaba y su madre trataba de calmarlo. Como en sueños oyó la voz de Araceli, y el susurro de una melodía. Luego el silencio de la noche lo invadió todo.

Nunca antes de ahora se había dormido con esa sensación de beatitud, de confort. Cerró los ojos saboreando el momento.

Le despertó un ruido que enseguida dedujo provenía de la cocina. Claro, el niño tenía que desayunar a unas horas establecidas. Salió del dormitorio y enseguida pudo ver a Araceli que intentaba encontrar utensilios en los armarios, que estaban vacíos.

.- Lo siento -  dijo en un tono apesadumbrado- No pensé que necesitarías  lo cacharros de la cocina  tan temprano.

.- No hay problema. Voy a la plaza y allí desayunaremos los dos.

.- Sí, creo que hoy es lo mejor que podemos hacer.  Yo también iré   salgo dentro de nada, te paso a recoger, tomaré alguna cosa y luego volveremos aquí  y entre los dos haremos una lista de lo más necesario, seguro que tú tendrás más idea que yo.

Los vio cómo iban los dos,  camino del bar donde se celebraron las comidas de bienvenida. En realidad no había otro en todo el pueblo.

Aún no había tenido tiempo de asearse. El baño era pequeñísimo, un plato de ducha, que aún no tenía ni una cortina para evitar las salpicaduras, Otra cosa que deberían comprar. Por lo menos la barra ya estaba colocada. El váter quedaba arrinconado en la pared junto al lavabo, todo esto en muy pocos metros.  Araceli aún no había dejado nada allí dentro, pero seguro que necesitaría un estante para sus utensilios personales. Otra cosa para añadir a la lista. Lo anotó en un papel.

Cuando entró en el baño, se sorprendió al mirarse en el espejo. La imagen que le devolvía, casi asustaba. La barba sin cuidar le daba un aspecto feroz. Quizás fuera éste el motivo por el que el niño, cuando le miraba bajaba los ojos inevitablemente.

Al llegar al bar se encontró con la agradable sorpresa de ver allí al matrimonio que le acogió en su casa, estaban hablando con Araceli que les estaba explicando el motivo por el que se encontraba allí.

En aquellos momentos el matrimonio le ofrecía llevarlos en su tractor, para que pudieran comprar lo más imprescindible. Además de poder decidir el tipo de camas que iban a necesitar.

Le aseguraron que no era ninguna molestia, al contrario, para ellos era una ocupación que les ayudaba a olvidarse de lo solos que se encontraban.

Al mediodía ya estaban de vuelta. Compraron  lo necesario para la cocina, y se lo habían traído ellos mismos. Lo demás les sería enviado en cuanto lo tuvieran disponible, para no hacer  demasiados viajes. Comentaron que desde que el pueblo colindante estaba habitado, sus negocios habían prosperado de manera increíble. Todos parecían estar contentos.

El matrimonio mayor cuyos nombres eran Fulgencio y Ramona, se desvivían por ofrecerles cualquier tipo de ayudas, y sobre todo con Araceli, le estuvo aconsejando sabiamente. Nada de cocinar en el suelo de la chimenea, esto sólo lo tenían que hacer en pleno invierno, que les serviría para calentar la casa. Ahora con un pequeño fogón, y una bombona de butano, podrían cocinar al momento lo que necesitaran.

Aprovecharon que estaban de compras para solicitar el gas. Les aconsejaron que hicieran el contrato para dos envases, y no encontrarse en el momento más necesario, que no tenían combustible. El pago para Pedro fue algo que le dejó atónito. Los comerciantes por el mero hecho de ser del pueblo donde se habían reunido para formar nuevas parejas, vendían a plazos,  eso era como tener un talismán que abriera todas las puertas.

Pedro vio cómo Araceli y Ramona,  hablaban animadamente, y él y Fulgencio casi se vieron obligados a hacerlo también.  La charla no fue inútil, al contrario, Pedro tomó buena nota de sus consejos, que fueron todos dirigidos a cómo debería planear el cultivo del huerto.  Supo que en pleno verano poca cosa podrían hacer, pero le instruyó para plantar a fines de invierno, vegetales que podrían recoger en primavera. A partir de ese momento, todo les sería más fácil. Insistió en que en cuanto tuvieran un poco de tiempo, se pasaran por su casa, a ellos les sobraba mucho de lo que habían recogido tiempo atrás. Luego añadió que lo hacía pensando en el niño. Y le preguntó si estaba preparado para hacer de padre.

.- La verdad es que no. Pero no creo que esto llegue a ser un problema. Del niño se cuidará su madre.

.- Bueno, en algún momento no te quepa duda, que a ti también te tocará hacerlo. Con el tiempo me darás la razón. Si estas mujeres ya han terminado, podremos ir a casa. Tenéis mucho trabajo por delante.

Pedro asintió con la cabeza, hubiera querido añadir alguna cosa más personal, pero comprendió que no era demasiado oportuno explicarle, que el contrato con Araceli, se basaba en conseguir una vivienda. Lo demás no tenía demasiada importancia.

Fulgencio y Ramona les ayudaron a meter dentro de la casa, todo lo que habían comprado, que abultaba bastante. Gracias al tractor pudieron hacer el transporte cómodamente.

Parecía que era la primera vez que tomaban contacto con la casa.

.- Bueno a partir de este momento, podría decirse que es el punto de partida. ¿No crees Pedro?

.- Sí. Hoy todos los que optamos por quedarnos en este lugar, hemos de empezar a plantearnos cómo viviremos de ahora en adelante. Pondremos los cacharros de cocina en estos armarios, tuve la precaución de limpiarlos por dentro, y darles un repaso de pintura.

.- Por cierto, ¿cómo se llama tu hijo?

.- Rubén. El pobre parece asustado, creo que han sido demasiados cambios en pocas horas. Ha sido  salir del lugar donde lo tutelaban junto con otros niños, a encontrarse a solas con una madre casi desconocida. Yo sólo lo podía ver una vez por semana. A veces se resistía a venir a mis brazos, ese fue el motivo por el que decidí acogerme a esta idea, de formar familias. Por nada del mundo quería que lo asignaran a otro  matrimonio, con la posibilidad de adopción, al menor abandono por mi parte. Quiero que entiendas esto Pedro, no soy una mujer que ando buscando un amor en mi vida. Necesito un padre aunque sea  ficticio, para que mi hijo se acostumbre a la convivencia de una pareja. Me avisaron que en cualquier momento se pueden presentar aquí, para asegurarse que el niño está bien cuidado. De lo contrario se lo volverán a llevar. Cuando se presenten aquí, que lo harán sin previo aviso me gustaría que tuvieran una buena impresión.

Pedro advirtió que mientras hablaba, su voz era cada vez menos segura, que casi estaba a punto de romper en llanto.

.- No sé, si sabré hacer de madre. Esta noche el niño se ha despertado asustado. No sabía qué hacer. Me vino a la memoria una nana que me cantaba mi madre, y ha ido bien, se ha vuelto a dormir enseguida. Temía que te despertara, al fin y al cabo, tú, no tienes por qué pasar por esto.

.- Por mí, no debes preocuparte. Haz lo que creas conveniente.

Cambió el tono para añadir

.- Me parece que por este lado ya hemos solucionado todo lo referente a la cocina. Tendríamos que asegurarnos que sin nevera podemos pasar. De lo contrario será otro gasto a añadir a las compras. De alguna manera tenemos un límite.

.- Yo de momento he encontrado una solución para cooperar un poco en la parte económica. Ramona  me ha dicho que le iría bien tener a alguien que le ayudara en las tareas de la casa. Y lo primero en que ha insistido es que debo aceptar el salario que me ofrece, porque de lo contrario, no quiere mi ayuda.

.- Son buena gente. Lo más lógico hubiera sido, que no se les cobrara nada, al fin y al cabo, ellos nos aceptaron en su hogar, como uno más de la familia.

.- Lo sé, imagino que este ha sido el motivo por el que enseguida ha dejado claro, que debía aceptar su dinero.

Pedro miraba la comida que tenía delante. Hacía años que no veía nada semejante. En los comedores sociales, el plato ya estaba listo, y no se tenía que preocupar de nada más que comérselo incluso rebañando el plato,  ya que era la única comida caliente que tomaba durante todo el día a parte del desayuno. No pudo evitar un escalofrío el recordar aquellos días. Eso le dio ánimos para proseguir.

.- Ya verás cómo saldremos adelante. Tú conseguirás  ser la madre que siempre quisiste ser antes que lo tomaran en acogida, el niño se adaptará a ti, en cuanto te vea seguido a su lado. Y todo lo demás irá sobre ruedas. Salgamos a ver lo que será a partir de ahora nuestra futura despensa. Me ha dicho Fulgencio, que no estaría de más, remover la tierra, aunque de momento no plantemos nada. Me ha informado de  las cosas que en este lugar crecen bien. Sé, que en invierno casi no nieva, pero hiela casi todas las noches de pleno invierno. O sea que ya empezaremos a almacenar leña, para entonces. También que debo proteger las tuberías del agua, porque de lo contrario se pueden llegar a romper.

Mira,  he comprado una libreta para anotar los gastos, de esta manera siempre sabremos si vamos sobrados de dinero, o hemos estirado más el brazo que la manga. Si fuera de esta manera, lo pasaríamos mal. Tenemos una cantidad que no podemos sobrepasar. ¿Eres buena administradora? – Le preguntó-

.- Creo que no. Pero no te preocupes porque de ahora en adelante, sólo pensando en Rubén, haré lo imposible para que no nos llegue a faltar dinero. Por eso creo que la ayuda de Ramona, será exclusivamente para el niño. Tú no debes cargar con ese gasto.

Pedro como en la mayoría de las ocasiones no encontró palabras, para rebatirle la decisión. La dejó en la habitación arreglando un poco la cama. Se sintió aliviado al pensar que en pocos días ya tendrían una cama de verdad, no un colchón tirado en el suelo. Abrió la puerta de la casa, era excesivamente pesada, lo que era un poco aparatoso en el momento de tirar de ella, aunque  reconocía que les daba mucha seguridad. Claro que  no habría ladrones, allí había dejado la maleta roja junto a la pared, sin pensar ni un momento en que nadie se la iba a quitar. Ya le era familiar el chirrido de los goznes al abrirse la puerta. Lo que vio en el dintel, le dejó sin palabras.

.- ¡Toma! – fue  un grito de alegría.

El can se puso sobre las patas traseras, para apoyarse en su pecho. “Toma”, “Toma”  era lo único que salía de su garganta.

No podía creer lo que estaba viendo. Lo había dado per perdido.

Araceli, al oír hablar a Pedro salió apresurada pensando que la llamaba.

Se quedó sin habla ante la imagen que tenía delante.

Pedro, ese hombre taciturno y de aspecto feroz, debido a la densa barba, se deshacía en mimos y palabras  con el perro,  Aunque lo que más le llamó la atención, no fueron sus palabras, sino el tono en que las pronunciaba. 

Tardó un  poco en hacer notar su presencia.  Tras un momento se decidió a hablar.

.- Creí que te ocurría algún percance – dijo tratando que su voz no delatara la emoción que sentía, al descubrir a un hombre con sentimientos. Veo que os conocéis

.- Fue mi compañero en cuanto llegue de la gran ciudad. Hizo que no me sintiera completamente solo. Compartimos la comida y el duro suelo bajo los árboles, la primera noche que llegué. Nunca olvidaré el calor que me proporcionó su cuerpo junto al mío.  Le perdí de vista el primer día cuando comíamos en la plaza y supuse que me había abandonado.

.- Bueno, pues figúrate que ya formamos casi una familia al completo. Tenemos niño y mascota, mucho más que las demás parejas.

Lo que pasó luego a los dos les conmovió. Rubén que hasta aquel momento parecía no existir, se acercó al can mirándolo fijamente. Toma, también inspeccionó a aquel ser de poca altura, le olisqueó los pies descalzos, cosa, que desató una alegre risa en el chiquillo.

.- Pedro, es la primera vez en una semana, que lo veo reír. Llegué a creer, que desconocía este aspecto tan natural de los niños. Me sentí culpable, ya que pensaba que era la causa de su tristeza. ¿Se llama Toma?

.- Sí, no se me ocurrió otro mejor. Debe estar muerto de hambre. Le voy a dar un poco de pan.

.- Espera, deja que se lo de Rubén. Eso hará que se cree un lazo entre ellos. Dicen que es bueno que los niños traten a sus mascotas. Ya ves, tendremos algo que compartir. – Repitió-

Toma había cambiado en un momento el ambiente reinante en aquella casa. Rubén se sentó en el suelo, y el perro se puso a su lado, apoyó el hocico en las piernas del niño, y se dejó acariciar.

Araceli y Pedro los miraban atentamente.

.- Sería buena idea, lavarlo, ¿no crees?

.- Sí desde luego. En el patio hay un lavadero, será su bañera.

El baño de Toma se convirtió para los tres en algo fuera de serie. Lo difícil fue secarlo. No hubo manera de tenerlo quieto, todo su afán era revolcarse por el suelo, tras haberse sacudido el agua de su cuerpo.

Rubén no se perdió ni un solo momento de aquel juego tan divertido. Se rio contento cuando Toma se escabullía de la toalla que Araceli y Pedro intentaban echarle por encima.

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Tardaron cuatro semanas en tenerlo todo a punto. Los muebles que habían comprado eran los más económicos que encontraron, pero la casa ya tenía un aspecto de hogar. Ya no dormían en el suelo, y las comidas se hacían en el recién comprado fogón. Se pintaron las paredes de las dos habitaciones. Araceli, dijo que un azul claro, le daría más luz. Y en la que dormía él, tan solo le dio una capa de yeso blanco.

Por la mañana temprano, Pedro se iba y formaba parte del grupo que estaba arreglando las demás casas. Iba a menudo a ver a Fulgencio y Ramona, hablaban de todo un poco. Aquel matrimonio era prudente, y nunca se atrevió a hacer preguntas sobre su relación. Era obvio, que entre la pareja, no existía ningún vínculo. No se escondían cuando aseguraban que habían firmado un contrato indefinido, y que si uno de los dos no había encontrado lo que buscaba, rompían aquel compromiso.

Ramona como mujer, se las ingenió para hablar más profundamente de aquella relación, con Araceli. Tal como habían acordado, ella iba para ayudarla en las tareas de la casa. Era cuestión de tiempo, que ellas dos se entendieran a la perfección. Fue sonsacándole de manera amable, cómo llegó a tener un  hijo. Aquel día el trabajo de la casa se quedó sin hacer, porque las dos mujeres ante una taza de café con leche caliente, la joven le abrió su corazón. La condición humana pudo más que todas  las ideas preconcebidas que ella se había planteado de mantener un silencio prolongado.

Era su cruz. Le dijo sin ocultar cuánto le afectaba.

Había ido a una fiesta con un grupo. El baile, los gritos, el manoseo de la mayoría de los chicos allí presentes, era algo habitual. No podía decir quien de aquellos chicos tan elocuentes y descarados, podía ser el padre. Sin duda habían puesto alguna sustancia en su bebida, porque no recordaba nada en absoluto. Su ropa rasgada le decía lo que había sucedido. No pudo hacer una denuncia, ya que desconocía los nombres. Todo lo que sucedió en aquella alocada fiesta, era un verdadero caos.


Continúa