LA MALETA ROJA (cuarta parte)
Araceli fue de las últimas en
bajar del autocar. Llevaba en brazos a su hijo.
Un pequeño rubio como el oro. No parecía asustado, lo miró todo con
mucha curiosidad. Pedro dudó unos momentos, pero finalmente se adelantó hacia
ella, procurando que en su rostro apareciera una sonrisa entre de complicidad, y de amistad.
.- Hola – dijo mientras pasaba
su mano por la cabeza rubia del niño.- espero que te parezca bien los arreglos de la casa.
Podemos ir hasta allí, para dejar tu equipaje. A las dos empezarán a servir la
comida, tenemos tiempo de ir y volver.
Araceli asintió mientras le
decía.
.- Tengo muchas cosas para
contarte. Lo haré cuando estemos instalados. Ahora vayamos a celebrar todos
juntos nuestro regreso. Durante el trayecto, todas hemos estado hablando de
cómo enfocaremos de ahora en adelante nuestras vidas.
.- Es algo que debemos ir
confeccionando día a día. Irá todo bien, ya lo verás. Sólo debemos pensar en
cómo vivíamos antes. Seguro que con el cambio ganamos.
.- Por supuesto. . Dijo
Araceli-
Habían llegado a la casa. Nada más entrar Araceli pudo comprobar el
gran cambio operado. Recordaba la primera impresión, fue de agobio, por la
oscuridad reinante, y la suciedad. Entonces todo daba una sensación de abandono. Ahora a pesar de no ser algo fuera
de serie, por lo menos estaba limpio.
Dejaron las maletas en la
entrada, y salieron juntos camino de la plaza.
.- Tenemos mucho de qué
hablar - dijo ella- pero ahora creo que
tendremos que ir a comer con todos los demás.
.- Sí, desde luego. No te
preocupes tenemos tiempo para todo.
Pedro no sabía que actitud
tomar ante el pequeño, que permanecía agarrado a su madre, y en todo el tiempo
no pronunció palabra.
Parecía que todos los reunidos
querían hablar al mismo tiempo, la algarabía era enorme, y por supuesto que fue
un alivio, comprobar que reinaba el buen humor.
Hubo elogios para todos, en
especial para el matrimonio mayor que de alguna manera se había convertido en
una especie de hada madrina, que acogió en su casa a los que no tenían donde
dormir, y les ahorró el trayecto diario desde alguna pensión barata del pueblo
más cercano. En aquella región los pueblos abandonados por sus habitantes proliferaban por doquier, ese era
el principal motivo por lo que fue tan bien acogida la idea de aquel alcalde,
que no se resignaba a que quedaran en el olvido, y puso todo su empeño en
fabricar ilusiones para los que no se resignaban a vivir de cualquier manera y
en cualquier lugar. Él les ofrecía unas casas, unos terrenos para cultivar un
huerto, y además lo hacía habiendo conseguido por parte del Gobierno unas
cantidades sustanciales para invertirlas en el lugar. Este fue su discurso tras la comida. Al final
del discurso los aplausos llenaron la plaza. Pedro la comparó con la que durante
meses, lo acogió mostrándole su lado más triste. El de la soledad. Nadie se
paró nunca para preguntarle si necesitaba alguna cosa. Era como un ser
invisible.
Ahora todos estaban
despidiéndose, y él se sentía el hombre más feliz, pero a la vez inseguro del
mundo. Aún se quedó unos momentos contemplando como iban desapareciendo de la
plaza camino de sus casas. Pero antes quiso despedirse de aquel matrimonio
mayor. Seguro que sin ellos no lo habría conseguido. Fue un acierto que se
brindaran a dejarlos dormir en su amplia casa.
Aquel matrimonio se había inventado unos hijos imaginarios, que
según ellos iban a visitarles en los veranos. Sí que era cierto que los
tuvieron, pero todos habían emigrado muy lejos del país. Y todo el afán era que dejaran aquel lugar que formaba
parte de sus vidas, para irse a vivir a un lugar, donde no conocían ni su
lengua ni sus costumbres. Querían que pese a su edad avanzada, empezaran de
nuevo. Se negaron rotundamente. Sus
hijos no lo entendieron, por lo que junto con el alcalde urdieron aquel complot. Se aprovecharon de la
circunstancia casual, de que el gobierno estaba dispuesto a dar una ayuda a
cambio de repoblar el pueblo.
Ese sería su gran secreto.
Ellos y el alcalde eran los pioneros de una gran idea.
= = = == === = =
Araceli y Pedro llegaron a su
casa. El niño se había dormido y apoyaba su cabeza en el hombro de su madre.
Pedro iba a su lado. Iban en silencio.
.- ¿Estás muy cansada? – le
preguntó-
.- La verdad es que sí. Ha
sido un día muy agotador. Supongo que además estoy nerviosa.
.- Sí, yo también, tenemos que
hablar, pero si quieres lo dejamos para mañana. Tenemos tiempo de sobra para
saber cómo iniciaremos nuestra vida en común. Las habitaciones están limpias,
pero no he querido hacer nada sin contar contigo. Sólo he comprado dos
colchones, que de momento están en el suelo. Me parece que será mejor que
vayamos juntos a por los muebles necesarios.
Pedro abrió una puerta,
dejando que ella pasara con el niño. En el suelo había un colchón de
matrimonio.
.- Las sábanas me las han
dejado ese matrimonio que vive al final de la calle. Mientras dejas al niño en el colchón, iré a
buscar tus maletas.
Araceli lo vio alejarse, y
acto seguido regresaba con el equipaje. Lo dejó todo en el suelo.
.- Buenas noches, que descanses.
Mañana hablaremos.
En la cabeza de Araceli se
amontonaron las mil imágenes que había ido alimentando durante aquellos días.
Aunque siempre había sido una mujer
decidida, el paso que acababa de dar, no dejaba de preocuparla. Vivir
con un desconocido. Ambos tenían poderosos motivos para tomar aquella decisión,
pero eso no era motivo para no preocuparse. Pedro podía ser un sádico que sólo
buscara un placer sexual en ella. Sabía que eso desde luego podía suceder,
aunque a simple vista Pedro no lo pareciera, olvidándose de la promesa hecha de
ser solamente dos almas que necesitaban aquel lugar, y que apartarían todo
cuanto se relacionara con intimidades entre ellos.
Todos los que aceptaron aquel
reto, tenían motivos muy poderosos, que no excluían para nada los miedos
normales ante una situación tan anómala, como aquella. Nadie habló de
casamientos. Simplemente se irían a vivir juntos. Con el tiempo ya decidirían
qué hacer. Más o menos empezaban de la misma manera, pero probablemente con
miras a otra conducta, cosa que ellos dos ya habían descartado de común
acuerdo.
Cuando Pedro entró en la otra
habitación, se quitó la ropa quedándose en ropa interior y se tumbó sobre el colchón. Puso los brazos
bajo su nuca y con la mirada perdida en el techo, intentó no pensar en nada.
Pero fue imposible. Por unos momentos
analizó sus emociones. Se sentía realizado, como nunca se había sentido. Sabía
que estaba ayudando a una persona, y eso le producía placer y confianza en sí mismo.
En un rincón de la estancia
estaba su maleta roja. Como no había muebles, no la había vaciado. Sólo en el
pequeño lavabo había dejado los utensilios de aseo. Comparó su pequeña maleta
con las dos que trajo Araceli. Claro que eran dos personas. Intuyó que aquella bolsa azul celeste, eran las
pertenencias del chiquillo.
Tenía que dormir, mañana
también sería un día ajetreado. Tiempo tendrían para arreglar las cosas.
Con este pensamiento calmó su
mente y se dispuso a dormir.
Le pareció oír un ruido
extraño. Por unos momentos se quedó a la escucha. Recapacitó, seguro que era el
niño que lloriqueaba y su madre trataba de calmarlo. Como en sueños oyó la voz
de Araceli, y el susurro de una melodía. Luego el silencio de la noche lo
invadió todo.
Nunca antes de ahora se había
dormido con esa sensación de beatitud, de confort. Cerró los ojos saboreando el
momento.
Le despertó un ruido que
enseguida dedujo provenía de la cocina. Claro, el niño tenía que desayunar a
unas horas establecidas. Salió del dormitorio y enseguida pudo ver a Araceli
que intentaba encontrar utensilios en los armarios, que estaban vacíos.
.- Lo siento - dijo en un tono apesadumbrado- No pensé que
necesitarías lo cacharros de la
cocina tan temprano.
.- No hay problema. Voy a la
plaza y allí desayunaremos los dos.
.- Sí, creo que hoy es lo
mejor que podemos hacer. Yo también
iré salgo dentro de nada, te paso a
recoger, tomaré alguna cosa y luego volveremos aquí y entre los dos haremos una lista de lo más
necesario, seguro que tú tendrás más idea que yo.
Los vio cómo iban los dos, camino del bar donde se celebraron las
comidas de bienvenida. En realidad no había otro en todo el pueblo.
Aún no había tenido tiempo de
asearse. El baño era pequeñísimo, un plato de ducha, que aún no tenía ni una
cortina para evitar las salpicaduras, Otra cosa que deberían comprar. Por lo
menos la barra ya estaba colocada. El váter quedaba arrinconado en la pared
junto al lavabo, todo esto en muy pocos metros.
Araceli aún no había dejado nada allí dentro, pero seguro que
necesitaría un estante para sus utensilios personales. Otra cosa para añadir a
la lista. Lo anotó en un papel.
Cuando entró en el baño, se
sorprendió al mirarse en el espejo. La imagen que le devolvía, casi asustaba.
La barba sin cuidar le daba un aspecto feroz. Quizás fuera éste el motivo por
el que el niño, cuando le miraba bajaba los ojos inevitablemente.
Al llegar al bar se encontró
con la agradable sorpresa de ver allí al matrimonio que le acogió en su casa,
estaban hablando con Araceli que les estaba explicando el motivo por el que se
encontraba allí.
En aquellos momentos el
matrimonio le ofrecía llevarlos en su tractor, para que pudieran comprar lo más
imprescindible. Además de poder decidir el tipo de camas que iban a necesitar.
Le aseguraron que no era
ninguna molestia, al contrario, para ellos era una ocupación que les ayudaba a
olvidarse de lo solos que se encontraban.
Al mediodía ya estaban de
vuelta. Compraron lo necesario para la
cocina, y se lo habían traído ellos mismos. Lo demás les sería enviado en
cuanto lo tuvieran disponible, para no hacer
demasiados viajes. Comentaron que desde que el pueblo colindante estaba
habitado, sus negocios habían prosperado de manera increíble. Todos parecían
estar contentos.
El matrimonio mayor cuyos
nombres eran Fulgencio y Ramona, se desvivían por ofrecerles cualquier tipo de
ayudas, y sobre todo con Araceli, le estuvo aconsejando sabiamente. Nada de
cocinar en el suelo de la chimenea, esto sólo lo tenían que hacer en pleno
invierno, que les serviría para calentar la casa. Ahora con un pequeño fogón, y
una bombona de butano, podrían cocinar al momento lo que necesitaran.
Aprovecharon que estaban de
compras para solicitar el gas. Les aconsejaron que hicieran el contrato para
dos envases, y no encontrarse en el momento más necesario, que no tenían
combustible. El pago para Pedro fue algo que le dejó atónito. Los comerciantes
por el mero hecho de ser del pueblo donde se habían reunido para formar nuevas
parejas, vendían a plazos, eso era como
tener un talismán que abriera todas las puertas.
Pedro vio cómo Araceli y
Ramona, hablaban animadamente, y él y
Fulgencio casi se vieron obligados a hacerlo también. La charla no fue inútil, al contrario, Pedro
tomó buena nota de sus consejos, que fueron todos dirigidos a cómo debería
planear el cultivo del huerto. Supo que
en pleno verano poca cosa podrían hacer, pero le instruyó para plantar a fines
de invierno, vegetales que podrían recoger en primavera. A partir de ese
momento, todo les sería más fácil. Insistió en que en cuanto tuvieran un poco de
tiempo, se pasaran por su casa, a ellos les sobraba mucho de lo que habían
recogido tiempo atrás. Luego añadió que lo hacía pensando en el niño. Y le
preguntó si estaba preparado para hacer de padre.
.- La verdad es que no. Pero
no creo que esto llegue a ser un problema. Del niño se cuidará su madre.
.- Bueno, en algún momento no
te quepa duda, que a ti también te tocará hacerlo. Con el tiempo me darás la
razón. Si estas mujeres ya han terminado, podremos ir a casa. Tenéis mucho
trabajo por delante.
Pedro asintió con la cabeza,
hubiera querido añadir alguna cosa más personal, pero comprendió que no era
demasiado oportuno explicarle, que el contrato con Araceli, se basaba en
conseguir una vivienda. Lo demás no tenía demasiada importancia.
Fulgencio y Ramona les
ayudaron a meter dentro de la casa, todo lo que habían comprado, que abultaba
bastante. Gracias al tractor pudieron hacer el transporte cómodamente.
Parecía que era la primera vez
que tomaban contacto con la casa.
.- Bueno a partir de este
momento, podría decirse que es el punto de partida. ¿No crees Pedro?
.- Sí. Hoy todos los que
optamos por quedarnos en este lugar, hemos de empezar a plantearnos cómo
viviremos de ahora en adelante. Pondremos los cacharros de cocina en estos
armarios, tuve la precaución de limpiarlos por dentro, y darles un repaso de
pintura.
.- Por cierto, ¿cómo se llama
tu hijo?
.- Rubén. El pobre parece
asustado, creo que han sido demasiados cambios en pocas horas. Ha sido salir del lugar donde lo tutelaban junto con
otros niños, a encontrarse a solas con una madre casi desconocida. Yo sólo lo
podía ver una vez por semana. A veces se resistía a venir a mis brazos, ese fue
el motivo por el que decidí acogerme a esta idea, de formar familias. Por nada
del mundo quería que lo asignaran a otro
matrimonio, con la posibilidad de adopción, al menor abandono por mi
parte. Quiero que entiendas esto Pedro, no soy una mujer que ando buscando un
amor en mi vida. Necesito un padre aunque sea
ficticio, para que mi hijo se acostumbre a la convivencia de una pareja.
Me avisaron que en cualquier momento se pueden presentar aquí, para asegurarse que
el niño está bien cuidado. De lo contrario se lo volverán a llevar. Cuando se
presenten aquí, que lo harán sin previo aviso me gustaría que tuvieran una
buena impresión.
Pedro advirtió que mientras
hablaba, su voz era cada vez menos segura, que casi estaba a punto de romper en
llanto.
.- No sé, si sabré hacer de
madre. Esta noche el niño se ha despertado asustado. No sabía qué hacer. Me
vino a la memoria una nana que me cantaba mi madre, y ha ido bien, se ha vuelto
a dormir enseguida. Temía que te despertara, al fin y al cabo, tú, no tienes
por qué pasar por esto.
.- Por mí, no debes
preocuparte. Haz lo que creas conveniente.
Cambió el tono para añadir
.- Me parece que por este lado
ya hemos solucionado todo lo referente a la cocina. Tendríamos que asegurarnos
que sin nevera podemos pasar. De lo contrario será otro gasto a añadir a las
compras. De alguna manera tenemos un límite.
.- Yo de momento he encontrado
una solución para cooperar un poco en la parte económica. Ramona me ha dicho que le iría bien tener a alguien
que le ayudara en las tareas de la casa. Y lo primero en que ha insistido es
que debo aceptar el salario que me ofrece, porque de lo contrario, no quiere mi
ayuda.
.- Son buena gente. Lo más
lógico hubiera sido, que no se les cobrara nada, al fin y al cabo, ellos nos
aceptaron en su hogar, como uno más de la familia.
.- Lo sé, imagino que este ha
sido el motivo por el que enseguida ha dejado claro, que debía aceptar su
dinero.
Pedro miraba la comida que
tenía delante. Hacía años que no veía nada semejante. En los comedores
sociales, el plato ya estaba listo, y no se tenía que preocupar de nada más que
comérselo incluso rebañando el plato, ya
que era la única comida caliente que tomaba durante todo el día a parte del
desayuno. No pudo evitar un escalofrío el recordar aquellos días. Eso le dio
ánimos para proseguir.
.- Ya verás cómo saldremos
adelante. Tú conseguirás ser la madre
que siempre quisiste ser antes que lo tomaran en acogida, el niño se adaptará a
ti, en cuanto te vea seguido a su lado. Y todo lo demás irá sobre ruedas.
Salgamos a ver lo que será a partir de ahora nuestra futura despensa. Me ha
dicho Fulgencio, que no estaría de más, remover la tierra, aunque de momento no
plantemos nada. Me ha informado de las
cosas que en este lugar crecen bien. Sé, que en invierno casi no nieva, pero
hiela casi todas las noches de pleno invierno. O sea que ya empezaremos a
almacenar leña, para entonces. También que debo proteger las tuberías del agua,
porque de lo contrario se pueden llegar a romper.
Mira, he comprado una libreta para anotar los
gastos, de esta manera siempre sabremos si vamos sobrados de dinero, o hemos
estirado más el brazo que la manga. Si fuera de esta manera, lo pasaríamos mal.
Tenemos una cantidad que no podemos sobrepasar. ¿Eres buena administradora? –
Le preguntó-
.- Creo que no. Pero no te
preocupes porque de ahora en adelante, sólo pensando en Rubén, haré lo
imposible para que no nos llegue a faltar dinero. Por eso creo que la ayuda de
Ramona, será exclusivamente para el niño. Tú no debes cargar con ese gasto.
Pedro como en la mayoría de
las ocasiones no encontró palabras, para rebatirle la decisión. La dejó en la
habitación arreglando un poco la cama. Se sintió aliviado al pensar que en
pocos días ya tendrían una cama de verdad, no un colchón tirado en el suelo.
Abrió la puerta de la casa, era excesivamente pesada, lo que era un poco
aparatoso en el momento de tirar de ella, aunque reconocía que les daba mucha seguridad. Claro
que no habría ladrones, allí había
dejado la maleta roja junto a la pared, sin pensar ni un momento en que nadie
se la iba a quitar. Ya le era familiar el chirrido de los goznes al abrirse la
puerta. Lo que vio en el dintel, le dejó sin palabras.
.- ¡Toma! – fue un grito de alegría.
El can se puso sobre las patas
traseras, para apoyarse en su pecho. “Toma”, “Toma” era lo único que salía de su garganta.
No podía creer lo que estaba
viendo. Lo había dado per perdido.
Araceli, al oír hablar a Pedro
salió apresurada pensando que la llamaba.
Se quedó sin habla ante la
imagen que tenía delante.
Pedro, ese hombre taciturno y
de aspecto feroz, debido a la densa barba, se deshacía en mimos y palabras con el perro,
Aunque lo que más le llamó la atención, no fueron sus palabras, sino el
tono en que las pronunciaba.
Tardó un poco en hacer notar su presencia. Tras un momento se decidió a hablar.
.- Creí que te ocurría algún
percance – dijo tratando que su voz no delatara la emoción que sentía, al
descubrir a un hombre con sentimientos. Veo que os conocéis
.- Fue mi compañero en cuanto
llegue de la gran ciudad. Hizo que no me sintiera completamente solo.
Compartimos la comida y el duro suelo bajo los árboles, la primera noche que
llegué. Nunca olvidaré el calor que me proporcionó su cuerpo junto al mío. Le perdí de vista el primer día cuando
comíamos en la plaza y supuse que me había abandonado.
.- Bueno, pues figúrate que ya
formamos casi una familia al completo. Tenemos niño y mascota, mucho más que
las demás parejas.
Lo que pasó luego a los dos
les conmovió. Rubén que hasta aquel momento parecía no existir, se acercó al
can mirándolo fijamente. Toma, también inspeccionó a aquel ser de poca altura,
le olisqueó los pies descalzos, cosa, que desató una alegre risa en el
chiquillo.
.- Pedro, es la primera vez en
una semana, que lo veo reír. Llegué a creer, que desconocía este aspecto tan
natural de los niños. Me sentí culpable, ya que pensaba que era la causa de su
tristeza. ¿Se llama Toma?
.- Sí, no se me ocurrió otro
mejor. Debe estar muerto de hambre. Le voy a dar un poco de pan.
.- Espera, deja que se lo de
Rubén. Eso hará que se cree un lazo entre ellos. Dicen que es bueno que los
niños traten a sus mascotas. Ya ves, tendremos algo que compartir. – Repitió-
Toma había cambiado en un
momento el ambiente reinante en aquella casa. Rubén se sentó en el suelo, y el
perro se puso a su lado, apoyó el hocico en las piernas del niño, y se dejó
acariciar.
Araceli y Pedro los miraban
atentamente.
.- Sería buena idea, lavarlo,
¿no crees?
.- Sí desde luego. En el patio
hay un lavadero, será su bañera.
El baño de Toma se convirtió
para los tres en algo fuera de serie. Lo difícil fue secarlo. No hubo manera de
tenerlo quieto, todo su afán era revolcarse por el suelo, tras haberse sacudido
el agua de su cuerpo.
Rubén no se perdió ni un solo
momento de aquel juego tan divertido. Se rio contento cuando Toma se escabullía
de la toalla que Araceli y Pedro intentaban echarle por encima.
= = = = = = = = = = =
Tardaron cuatro semanas en
tenerlo todo a punto. Los muebles que habían comprado eran los más económicos
que encontraron, pero la casa ya tenía un aspecto de hogar. Ya no dormían en el
suelo, y las comidas se hacían en el recién comprado fogón. Se pintaron las
paredes de las dos habitaciones. Araceli, dijo que un azul claro, le daría más
luz. Y en la que dormía él, tan solo le dio una capa de yeso blanco.
Por la mañana temprano, Pedro
se iba y formaba parte del grupo que estaba arreglando las demás casas. Iba a
menudo a ver a Fulgencio y Ramona, hablaban de todo un poco. Aquel matrimonio
era prudente, y nunca se atrevió a hacer preguntas sobre su relación. Era
obvio, que entre la pareja, no existía ningún vínculo. No se escondían cuando
aseguraban que habían firmado un contrato indefinido, y que si uno de los dos
no había encontrado lo que buscaba, rompían aquel compromiso.
Ramona como mujer, se las
ingenió para hablar más profundamente de aquella relación, con Araceli. Tal
como habían acordado, ella iba para ayudarla en las tareas de la casa. Era
cuestión de tiempo, que ellas dos se entendieran a la perfección. Fue
sonsacándole de manera amable, cómo llegó a tener un hijo. Aquel día el trabajo de la casa se
quedó sin hacer, porque las dos mujeres ante una taza de café con leche caliente,
la joven le abrió su corazón. La condición humana pudo más que todas las ideas preconcebidas que ella se había
planteado de mantener un silencio prolongado.
Era su cruz. Le dijo sin
ocultar cuánto le afectaba.
Había ido a una fiesta con un
grupo. El baile, los gritos, el manoseo de la mayoría de los chicos allí
presentes, era algo habitual. No podía decir quien de aquellos chicos tan
elocuentes y descarados, podía ser el padre. Sin duda habían puesto alguna
sustancia en su bebida, porque no recordaba nada en absoluto. Su ropa rasgada
le decía lo que había sucedido. No pudo hacer una denuncia, ya que desconocía
los nombres. Todo lo que sucedió en aquella alocada fiesta, era un verdadero
caos.
Continúa
Continúa
No hay comentarios:
Publicar un comentario