LA MALETA ROJA (quinta parte)
Darse cuenta de las
consecuencias, de aquel desenfreno, fue su peor mal trago de su vida. No quería
volver con su familia con la cabeza gacha. Saldría adelante como fuera. Si
hubiera advertido antes que estaba embarazada, quizás hubiera abortado, pero tan adelantada la
gestación, tuvo miedo. Miedo porque no disponía de dinero para pagarse un
viaje, para ir fuera del país. Son cosas que si se toma la decisión con tiempo,
se pueden solucionar, pero en su caso, ya no era aconsejable. Pensaba que con
lo que ganaba, sería suficiente. Pero a partir del momento en que se notó el
embarazo, tuvo problemas para que la
contrataran, ella estaba dispuesta a aceptar cualquier trabajo.
Al llegar aquí Araceli, se
quedó unos momentos callada.
.- Lo demás Ramona, ya lo
puede suponer. El niño nació en la
maternidad gratuita, pero me lo arrebataron debido a estar desempleada
y lo ingresaron en la casa de acogida.
Podía ir a verlo una vez por semana. Salí de aquel edificio como si me hubieran
dado un mazazo. Me indicaron que habían tenido en consideración mi situación, y
me dejaron permanecer casi un mes, para que pudiera alimentarlo. Pero después
el niño se quedaría allí hasta que pudiera demostrar que podía mantenerlo.
.- ¿Tú crees que tu familia no
te hubiera ayudado?.- Es posible que sí, pero yo tenía muchas ansias por dejar
mi casa. Han sido unos meses terribles,
siempre iba a ser al niño pensando que ya lo habrían dejado con unos padres de
acogida. Yo no quería volver con mi
gente completamente derrotada. Fue una de las celadoras de la Institución, la
que me habló de este pueblo, que pedían gente para repoblarlo y resucitarlo. Me
pareció lo mejor. Y la verdad es que no me arrepiento. La vida con Pedro es llevadera. Los dos nos
necesitamos mutuamente. Creo que
funcionará la convivencia.
.- Os falta lo que sería
normal en una pareja. Pero claro, si tenéis pensado dejar dentro de un tiempo el lugar, cuando menos atados estéis
entre vosotros mucho mejor. Muchacha –acabó diciendo Ramona- Hoy ha sido un día
especial para las dos. Te darás cuenta que es bueno aligerar el alma de todo
aquello que nos tiene atrapados. Esta charla, habrá sido para ti, como una
liberación. Pero me parece que sería
conveniente, que Pedro también estuviera al corriente.
Araceli abrió los ojos como
platos.
.- No, me sentiría muy mal, si
el supiera cómo sucedió todo.
.- Seguro que él, te habrá
contado cosas de su vida.
.- Muy pocas. Es muy
reservado.
.- Lo sé, pero deberías
tenerlo al corriente de lo sucedido. Saber las cosas con certeza va bien, de lo
contrario, uno se puede formar unas opiniones completamente equivocadas. Él
puede pensar de ti, que te vas con el primero que se cruza en tu vida. Y no ha
sido así. Insisto en que debería saber la verdad.
Araceli, no contestó, pero
negaba con la cabeza.
.- Bueno, esta es mi opinión.
Una opinión de persona mayor, que lleva muchos años casada, y que ve las cosas
muy distintas a la juventud de hoy en día.
.- Gracias Ramona, de verdad
que valoro mucho sus palabras. Quizás un día me pille el cuerpo con ganas de
hacer confesiones y se lo diga.
Se despidieron, y Araceli
emprendió el camino hacia su casa. Iba con el niño cogido de su mano. Nada más
salir de la casa, vieron a Toma que les estaba esperando. Rubén se deshizo de
su madre para correr en busca del perro. Tuvo que reconocer que el niño había
hecho un cambio desde que llegara el can a su casa. Se había acostumbrado a
ella, antes parecía tenerle miedo, en realidad Araceli, no se lo podía
reprochar, al fin y al cabo, apenas le veía una hora a la semana. Todo estaba
tomando el cauce normal de las cosas.
Era tarde porque ya empezaba a
oscurecer. Luego pensó con cierta tristeza, que el verano tocaba a su fin.
Vendrían días de frío y de poco sol. Y pensó en la ropa que tenía para abrigarse en cuanto iniciaran una bajada
las temperaturas. Ella, tenía poca cosa, pero el niño, no tenía nada en
absoluto. La bolsa que le habían dado en la casa de acogida sólo tenía ropa de
verano. Pero ahora tampoco le serviría, había crecido en estos meses. No podía
cargar este gasto a Pedro, y mientras llegaba a su casa pensaba qué aptitudes
tenía para conseguir un trabajo. Pero esto de momento era impensable, ya que no
tendría con quien dejar a Rubén.
La casa estaba oscura por
completo, lo cual indicaba que Pedro no había llegado. Todo el grupo de hombres
estaban en el pueblo contiguo haciendo reparaciones de todo tipo. Lo hacían
casi contra reloj, antes que llegaran los primeros fríos, a partir de entonces
se habría terminado la tarea diaria al aire libre. Quedarían pendientes los
trabajos de operarios especializados en fontanería y electricidad. Pedro no
estaba preparado para este tipo de
labores.
Él se había ofrecido para
recolectar fruta, y estaba pendiente de si lo aceptaban. Deseó que así fuera,
porque siempre sería un desahogo, aunque
ella se hubiera hecho a la idea, de que
de aquel dinero no le correspondía nada. Ellos dos debían salir adelante con lo
que les habían estipulado al firmar el contrato. Los trabajos para rehacer los
pueblos, eran para su manutención, pero si Pedro decidía ir a recoger fruta,
sabía que no podía contar con aquello.
Por la noche mientras cenaban,
Pedro preguntó si había llegado algún correo, ya que estaba pendiente de la
respuesta del capataz de los campos fruteros. No hablaron demasiado, tampoco
era algo fuera de lo común. Araceli ya había aprendido su manera de actuar. Era
un hombre muy callado. Sólo dejaba ver sus
sentimientos cuando estaba con Toma.
A ella le hubiera gustado que
ese tono tan cariñoso, lo usara con Rubén. Luego de tener ese pensamiento se
recriminaba por haberlo tenido. Al fin y al cabo Ramona tuvo razón cuando le
dijo, que Pedro podría pensar que ella se acostaba con el primero que aparecía
en su vida.
Muchas noches en su
dormitorio, estaba atenta a los ruidos que se escuchaban, tardó en darse
cuenta, que en la mayoría de los casos eran debidos, a que se enfriaban los
materiales con que estaba construida la casa, sobre todo los tejados recién
arreglados. La primera vez que los oyó, se puso en guardia, esperando ver
aparecer en el dintel de la puerta a Pedro, dispuesto a llevar a cabo sus
instintos. Porque si de una cosa estaba segura, era que no le resultaba
indiferente. A veces lo que no decía con palabras, se escapaba en su mirada.
Tan solo duraba unos segundos, pero Araceli, se daba cuenta. Al fin y al cabo,
en más de una ocasión ella a solas en la casa, se había hecho esta pregunta.
¿Necesitaba a Pedro en su vida diaria? Mejor expresado, ¿lo necesitaba en sus
noches? No lo sabía. De una cosa estaba
segura, en otras circunstancias, quizás sí. Pero el miedo a un desengaño era
superior a todo lo demás.
Hoy al hablar con Ramona, se
dijo a sí misma que en cuanto tuviera una ocasión le explicaría toda su
historia. Necesitaba que Pedro no la juzgara demasiado mal. Y si era cierto que
este detalle le robaba horas de descanso, ¿era debido a algo en especial? O simplemente era un cuerpo que como los
demás, quería recibir algo que la hiciera vibrar. Este era su gran dilema. No
estaba segura de nada, y por lo tanto temía equivocarse. Una vez ya lo hizo, al
querer conquistar el mundo lejos de los suyos. Otra equivocación a estas
alturas, supondría un fracaso demasiado importante.
Sí, hablaría con Pedro. Le
contaría toda la verdad, seguro que su vieja amiga tenía razón, y las cosas
podrían ir mejor entre ellos dos. Actualmente iban bien, pero comprendía que
podían ir mucho mejor, porque estaba segura que dejarían de existir esos
largos tiempos de un mutismo absoluto
por parte de Pedro, cosa que la obligaba a ella a permanecer también en
silencio.
Pedro por su parte estaba
pendiente del correo, ansiaba recibir una carta que le anunciara que era
admitido en la plantación lejos de allí. Sólo sería para un mes, y en este
tiempo ganaría casi lo mismo que recibía aquí del Gobierno en medio año. Ya se
aseguró que no iba en contra de ninguna ley, si él se iba por un tiempo a
trabajar a otro lugar. La casa no quedaba deshabitada, allí estarían Araceli y
Rubén cuidando de ella, y por supuesto recibiendo una mensualidad. Aunque se
ausentara no les faltaría nada. Además la gente del pueblo habían demostrado
que les aceptaban de buen grado, y les
ayudaban si les era posible.
Por primera vez desde que
establecieron el contrato, se preguntaba si cuando había escrito solicitando
una plaza temporal en los campos frutales
era por el dinero, o había algo más. ¿Era una huida? Y si admitía que lo era, venía la siguiente
pregunta. ¿De qué huía? O más bien de quién.
En alguna ocasión, se había despertado en la
noche, con un pensamiento fijo. Araceli, estaba a muy pocos metros de él. Y
enseguida la tentación de abrir cautelosamente la puerta para verla en la cama.
Reconoció que este pensamiento lo excitaba. Por otra parte, dejaba de
recriminarse, porque se decía que al fin y al cabo era un hombre, y hacía
demasiado tiempo que no había tenido contacto físico con una mujer.
Lejos de la casa, lejos de todo, no se sentiría mal si
finalmente buscaba una compañía femenina, por unas horas. ¿Era eso lo que
quería, alejarse para no sentirse culpable? Nada habían establecido entre ellos
dos. Era muy libre de actuar como le viniera en gana.
Ver a Araceli por la casa, lo
hacía estar a la expectativa de algún
descuido por parte de ella. La primera vez que lo descubrió se sintió muy mal.
Todo fue debido a que Araceli se agachó para coger al niño en brazos, este
gesto hecho sin ningún tipo de premeditación enseñando parte de sus pechos, le
hizo recapacitar y darse cuenta que espiaba sus poses en busca de una parte de
su cuerpo que no estuviera a la vista normalmente.
Era consciente que habían
hecho un pacto, sin firmas, sólo existían palabras, pero debía actuar en
consecuencia. Su palabra tenía tanto valor, como si existiera una firma. Quién
sabe si dentro de un tiempo ella se cansaba de estar allí, sin demasiadas
comodidades y buscara en otro lugar, a
un hombre que aceptara sin ningún tipo de premisa vivir a su lado, para
ofrecerle todo lo que puede existir entre un hombre y una mujer.
Desde luego, la recolección de
la fruta, era una buena excusa para poner en orden sus ideas. Lejos de ella,
para no estar espiando sus movimientos. Casi se avergonzaba de tenerlos, pero
por otra parte comprendía que le daban un aliciente a su vida, que antes no
tenía.
Por eso esperaba ansiosamente
la carta. Para poner fin de inmediato a tantos pensamientos, que reconocía eran
del todo normales.
Unos días de separación le
iría muy bien para aclarar muchas dudas. Y en cuanto lo hubiera hecho, desde
luego tendría que hablar con ella para decirle, lo que pasaba por su cabeza,
cada vez que aparecía ante sus ojos.
No sabía decir si aquello era
el principio de un enamoramiento tardío, o simplemente era deseo, lo que tenía
muy claro que al pensar en Araceli entre sus brazos, parecía que su cuerpo
ardía.
La carta aún tardó dos días
más en llegar.
A Pedro le pareció que por fin
podía respirar más tranquilo
.- Cuándo te irás – le
preguntó ella –
.- Quiero estar allí este fin
de semana, y poder empezar el trabajo el lunes.
Mientras hablaba se fue camino
del dormitorio en busca de su maleta roja.
.- Me llevaré algo de ropa de
abrigo. Allí hace más frío que aquí, y se empieza a trabajar muy temprano. Será
recordar viejos tiempos – dijo queriendo que su voz sonara alegre, sin
conseguirlo –
.- ¿Cuántos días estarás
fuera?
.- En principio el contrato es
para dos o tres semanas. Pero con opciones a prolongarlo más si fuera preciso.
Aunque el día de recibir nuestro salario, no hubiera vuelto, te dejaré por
escrito la autorización para que puedas sacar el dinero necesario. No sufras
que no te quedarás sin recursos.
.- Bueno, no lo preguntaba por
eso. Sólo quería saber si tu estancia sería muy larga. En estos momentos tengo
la sensación de ser una carga para ti. Supongo que es por mi hijo.
.- De verdad, que Rubén, no
tiene nada que ver con mi desplazamiento.
.- Pero de alguna manera, si
te vas yo soy la causa. Creo que merezco una aclaración. Si marchas sin decirme
nada más, siempre me quedará la sospecha, que de alguna manera, he condicionado
tu vida. Y por nada del mundo quisiera ser yo la culpable de tu infelicidad.
Llevamos meses viviendo juntos, y aún no hemos hablado a fondo de nuestros
problemas. Y creo que antes de irte deberíamos dejar claras muchas cosas.
Pedro la escuchaba, atento, dejó la maleta a medio hacer y se
sentó en la cama mientras le decía.
.- No quiero que te sientas
culpable de nada. Y mucho menos que pienses que el niño me obliga a nada que no
quiera hacer. Pero es cierto que en estos momentos necesito un poco de espacio.
Necesito estar a solas conmigo mismo, y con todas mis dudas. A veces pienso que
el trato que hicimos puede resultar duro en según qué momentos. Si para mí lo
ha sido, imagino que para ti también. ¿Me equivoco?
.- No. Tienes razón. Necesito
saber que no he sido una carga demasiado dura para ti. Muchas noches me he
despertado con la idea loca, que si hubiéramos tenido unas relaciones sexuales,
tú, hubieras estado más abierto conmigo. Sólo he recibido por tu parte buenas,
pero pocas palabras. Nunca ni un gesto que me indicara que estabas contento con
lo pactado. Yo por lo menos he conseguido lo que quería, poder tener a mi hijo
conmigo. ¿Lo has alcanzado tú?
.- Desde luego. Como y duermo
en mi casa y no estoy solo. En aquellos días era lo único que necesitaba.
.- Pero con el paso de los
meses te has dado cuenta, que no te llena por completo. Necesitas algo más en
tu vida. Déjame que te explique cómo quedé embarazada del niño.
.- No es necesario.
.- Sí que lo es. Por lo menos
para mí. No quiero que pienses que soy una cabeza loca, que va por la vida acostándose
con el primero que se le cruza por delante.
Pedro la miró detenidamente.
Le hizo una señal palmeando encima del colchón para que se sentara a su lado.
.- Si estás empeñada en hablar
y eso te hace feliz, cuéntame lo que te pasó.
Araceli le dio la misma
versión que hacía muy pocos días le diera a Ramona. Cuando acabó de hablar,
sintió que sus ojos estaban húmedos.
.- Con todo lo que te acabo de
decir, deseo que sepas, que tu opinión me importa mucho. Eso lo he ido
descubriendo a medida que he pasado los días a tu lado. Eres un buen hombre que
merece encontrar la felicidad. Si quieres que rompamos nuestro contrato, para
tener una libertad completa, lo entenderé. Sin reproches, ni recriminaciones.
.- ¿Tú deseas romperlo?
.- Yo no. Eres tú quien ha decidido
irse de aquí, aunque sea por unas semanas.
.- En estos momentos, tengo la
sensación que me estás poniendo a prueba
– dijo Pedro-
.- Necesito saber algo de lo
que pasa por tu cabeza. Si al volver hemos de continuar viviendo juntos, es
necesario que pongamos nuestros pensamientos al descubierto, para saber a qué
atenernos, tanto tú como yo misma.
-. En estos momentos, tengo la
sensación que estar a punto de seguir unos impulsos, esos que tú y yo acordamos
no interferiría en nuestra relación.
Se calló buscando las palabras
más adecuadas.
.- Araceli, por nada del mundo
quisiera herir tus sentimientos. No es un rechazo a tu persona. Todo lo
contrario.
-. Pues entonces, no te vayas.
Si lo haces me harás sentir culpable. Sé que donde vas a trabajar, lo pasarás
mal. Por el frío, porque estarás alejado de esta casa, que es por lo que hemos
estado luchando los dos. Si te vas, me harás sentir responsable de todo lo malo
que te pueda suceder.
Estaban los dos sentados en la
cama, muy cerca el uno del otro.
Pedro supo que aquellas
palabras eran una clara invitación a seguir adelante para dejar libres sus
instintos.
.- No Araceli, ahora no es el
momento de empezar una nueva relación entre nosotros. Si lo hacemos, dejándonos
llevar por lo que empezamos a sentir, nunca sabremos, si lo nuestro es
verdadero, o simplemente es una salida
obligada, porque queremos asegurarnos de seguir
viviendo juntos, pero en soledad. Una soledad compartida, a veces esa
soledad es la peor. Yo quiero que si pensamos en una unión, sea porque
realmente estamos seguros de nuestros sentimientos. Ahora estamos condicionados, quizás por el
miedo, quizás por una inseguridad.
Le tomó las manos, mientras la
miraba a los ojos.
.- Dime que me entiendes –
suplicó Pedro-
.- Te entiendo, pero ahora
dime tú, que volverás. Dime que no te vas porque se te hace insoportable mi presencia.
.- Es todo lo contrario. Me
voy para asegurarme de que cuando regrese, lo que empezamos a sentir ahora, irá
madurando. Seremos como las familias normales. Mantendremos esta separación
como si fuera nuestro noviazgo.
.- Deberíamos firmar este
pacto con un abrazo, con algo distinto al apretón de manos que hicimos la otra
vez. ¿No crees?
Pedro tardó un poco en
replicar. Pero cuando lo hizo su voz sonaba emocionada.
.- Me veo incapaz de
abrazarte, sin intentar ir más allá, y si esto ocurriera. Siempre tendríamos la
sensación, de no haber sabido reprimirnos, de dejarnos llevar solamente por los
instintos. Y yo quiero que nuestra relación, tenga una buena base.
.- Quizás tengas razón. Esperaré a que vuelvas, confío en ti, sé que
regresarás, que no huyes asustado de lo que representará una unión entre
nosotros. Te dejo para que termines tu equipaje.
.- Mañana temprano me iré. No
te levantes para decirme adiós. Me será mucho más fácil.
Araceli, no dijo nada más.
Salió del dormitorio y entró en el suyo. Rubén dormía en la cama, ocupando el
centro de la misma. Araceli, suavemente lo empujó hacia un lado, y se tumbó
junto a él. Le pasó una mano por el pelo. Después trató de dormir. Oía el ruido
que hacía Pedro, ahora estaba en el baño recogiendo sus escasas pertenencias
que tenía en el estante. Después oyó un suave golpe al cerrar la puerta de su
dormitorio.
Luego le pareció que caía
desde un gran abismo, que llenaba su cuerpo de una sensación extraña.
Cuando se despertó, ya había
salido el sol.
Supo que estaba sola en la
casa.
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